Ahora que parece que en el mundo occidental la pandemia va remitiendo, a la vez que se produce un aumento de la incidencia en China (a lo que seguro que habrá que seguir prestando atención), parece oportuno examinar el papel de la Organización Mundial de la Salud, tanto el que jugó en su momento, como, sobre todo, el que pueda desempeñar ahora.

La OMS es una organización dependiente de la Organización de Naciones Unidas que se dedica a gestionar políticas de prevención, promoción e intervención de la salud a nivel mundial y empezó a funcionar en el año 1948, pocos años después de la fundación de la ONU. En la actualidad forman parte de la misma, alrededor de 195 países, y su director general es el etíope Tedros Adhanom. Se trata, por tanto, de la institución a quien corresponde determinar las medidas que se han de adoptar en situaciones de crisis sanitaria global, como la del coronavirus covid-19.

Repasemos, brevemente, cuál fue su modo de actuar hace tres años, cuando empezaron a llegar de China las primeras noticias de la covid-19: Cronológicamente, después de poner nombre al virus, el comité de emergencias de la OMS se reunió el 23 de enero de 2020 sin llegar a acuerdo alguno, pese a las evidencias que ya se conocían; una semana después- el 30 de enero- declaró la alerta como consecuencia del incremento de casos y de las noticias que llegaban de Asia. Pocos días más tarde, el 3 de febrero, y pese a esa declaración de alerta, contra toda lógica, el director general compareció y anunció que no era necesario que se adoptaran medidas que interfiriesen innecesariamente en los viajes y el comercio internacional (o sea, que no hacía falta limitar los viajes ni las relaciones y transacciones con el oriente asiático). Finalmente, como la situación iba empeorando, el 11 de marzo de 2020 (más de un mes después ¡¡¡) la OMS declaró como pandemia la epidemia del coronavirus. Y, a partir de ahí, todo fue ya precipitándose, con los países acordando confinamientos y adoptando las demás limitaciones que conocemos, un poco cada uno a su aire.

Creo que en aquellos momentos se echó de menos una auténtica política preventiva e informativa a nivel mundial, la cual correspondía diseñar a la OMS, pues de esa forma se había actuado en casos precedentes como el SARS en 2002 o la gripe aviar en 2005, que fueron solventados con mucha más rapidez, al adoptarse de forma inmediata medidas más estrictas por parte de esa institución, pese a que en aquellos casos no se llegase a declarar situación de pandemia. Según algunos comentaristas, la tardanza en adoptar medidas en 2020 ha de atribuirse al mencionado director general, a causa de su estrecha relación con las autoridades chinas (a diferencia de los casos precedentes, en que era otra persona la que dirigía la organización); pero éste es un tema sobre el que no se ha hablado mucho, no parece que interese a nadie, es más, en mayo de 2022 ha vuelto a ser designado el mismo directivo (¿).

Es claro que en aquel momento crucial -1er trimestre de 2020- la autoridad sanitaria mundial (o sea, la OMS) no actuó de forma rápida ni eficaz, dejando transcurrir unas semanas sin hacer nada, y, sobre todo, demostrando que carecía de ninguna estrategia previa para abordar un caso de estas características. A la vista está todo lo que vino después, cuyo impacto se hubiera podido reducir solo adelantando en unas semanas la declaración pandémica.

En fin, creo que lo que nos conviene ahora, dadas las noticias que llegan de China y que nos devuelven a un dejà vu, aunque con un poco más de experiencia, es exigir a la OMS mayor diligencia para que se adelante a los acontecimientos y no se deje condicionar por otras circunstancias, como sucedió hace tres años. A ver si esta vez la respuesta global es más efectiva.