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Carmen Lumbierres

Sin cambios, sin propósitos

Ilustración: Sin cambios, sin propósitos. Ingimage

Como aún queda una semana para volver a la normalidad llena de noticias, andamos todos revisando listas de lo mejor del año pasado, diez de cada cosa, veinte si nos volvemos un poco más excéntricos. Cuantificando lo cualitativo. ¿Qué te gustó en octavo lugar y por qué no en cuarto? ¡Qué lástima si quedas en el puesto undécimo o en el vigésimo primero, nadie se va a enterar de que eres el producto del año! Categorizar lo subjetivo es un intento de ordenar que siempre lleva aparejada una simplificación; si no, ordene los diez momentos estelares de su vida en el año pasado a modo de red social, cuánto se les queda fuera o cómo resistiría esa elección el paso del tiempo. La foto fija que nos da este tipo de entretenimientos se ajusta con dificultad a la amplitud de la existencia, y lo mismo nos sucede si lo extrapolamos a las claves de futuro.

Estamos deseosos de intentar no solo entender, sino averiguar qué sucederá en los próximos meses, pero más allá de constatar unas tendencias económicas o políticas, bajar al detalle supone asumir un riesgo que te será contestado. Parece que con la incertidumbre buscamos la justificación a todo aquello que no habíamos planificado, pero es que proyectar está muy bien si tienes en cuenta que un golpe en el tablero te levanta toda la estrategia calculada con precisión, y ni siquiera sabes si ese golpe llegará o cuándo llegará, si sucede o si son varios, ni en qué dirección. The Economist se empeña en advertirnos de un periodo prolongado de inestabilidad e inseguridad; es más, nos anuncia este año como sombrío y potencialmente peligroso. Dan ganas de escribir al editor para contarle que la vida es potencialmente peligrosa y con pocas seguridades, pero que, afortunadamente, dentro de lo imprevisto a veces caben las buenas noticias, los índices no se comportan como lo esperado, y el desempleo o la inflación decrecen y el PIB interanual crece.

Entre los propósitos de 2022 de los trabajadores de la gran empresa española de moda quizá estarían ir al gimnasio o aprender inglés, pero no protagonizar una reivindicación histórica en el textil que les ha llevado a conseguir un incremento salarial de 322 euros mensuales, como han logrado con una huelga histórica las niñas de los comercios de la marca en La Coruña. Los propósitos individuales son muy loables, y las previsiones para encarar un próximo ejercicio económico o político, imprescindibles, pero ocurre que a veces las niñas se organizan y son las que dan la patada al tablero. En la carrera electoral de este año, en la segunda vuelta hay una posibilidad de que eso suceda o no; lo veremos en el resumen siempre esperado de Carlos del Amor.

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