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Antoni Ballester

Cómo motivar a los niños y jóvenes que no quieren hacer nada

«Belén se distrae en la clase y juega con los bolígrafos. Lucas molesta a sus compañeros. Joan no hace absolutamente nada. Marga va bien, pero podría rendir más. Kevin es un poco despistado. Elena tiene un nivel superbajo. Hugo no trabaja. Alejandra está desmotivada. Antonio ha entregado el examen en blanco. Anabel interrumpe y no hace lo que tiene que hacer. Total… no me dejan dar clase».

¿Hay alguna solución para una clase así? Sí, la hay. La clave está en la motivación. En el diccionario, cuando buscamos la palabra motivación nos dice que es mover a la acción.

La motivación es esencial para un aprendizaje sostenido y para mantener alto el nivel de trabajo del grupo clase. Para que el aprendizaje sea positivo, la motivación debe proceder de la propia tarea. Debe haber motivaciones externas y se debe añadir la aprobación del adulto. Estos son los tres factores básicos y más importantes en la práctica a efectos de motivación.

Cómo motivar a los alumnos que no quieren hacer nada.

Hoy en día, se consideran como potenciadores de la motivación no tanto las recompensas materiales, como los que se producen por la tarea per se. Así, podemos decir que los motivadores externos pueden ser recursos complementarios para la motivación. Pero los recursos motivadores básicos dependen de lo que hacemos hacer al alumnado.

La motivación tiene que ver con la propia actividad. Sabemos que la actividad motivadora estimula al tiempo que anima a seguir con ella. Insistimos, por tanto, en que la motivación contribuye al aprendizaje y el aprendizaje contribuye a la motivación. Por lo que es necesario interesar al alumnado en lo que se está haciendo, ya que, de no ser así, no se produce el aprendizaje a largo plazo.

Es importante detenernos a pensar en realizar con el alumnado actividades que sean por sí mismas motivadoras. Actividades mediante las que el estudiante, además de aprender, lo pase bien, ya que para aprender no hace falta sufrir. Más bien, se aprende mejor disfrutando del aprendizaje a largo plazo o del aprendizaje significativo, al tiempo que, así, controlamos la variable de la motivación en el aula.

La aprobación del adulto.

La aprobación del adulto animando a los niños, niñas y jóvenes a continuar con su esfuerzo de aprendizaje anima a repetir la conducta en positivo. En este sentido, expresiones como «haces el trabajo muy bien», «estáis trabajando bien», «sigue así», «sois una buena clase», etc., animan al alumnado, mantienen alta la moral del grupo, hacen el ambiente más cordial y, en consecuencia, cuando se dicen de manera sincera, la motivación crece.

La aprobación del adulto es un refuerzo muy importante que anima a seguir y a producir mejor las tareas, tanto en la escuela como en el hogar. Los refuerzos negativos respecto al rendimiento escolar o el comportamiento en casa y en las aulas no son tan eficaces en la práctica para que los niños y jóvenes se motiven. Frecuentemente, ocurre lo contrario, ya que bajan la moral y disminuye la motivación.

Reconocer y reconsiderar.

Es habitual que, cuando un alumno, una alumna o todo un grupo de clase hacen el trabajo bien y tienen buen comportamiento, no se diga nada «porque es lo que toca». Pero cuando lo hacen mal, se suele dar importancia a este hecho. Para motivar a los niños y a los jóvenes es tan importante reconocer que las cosas se han hecho bien como señalar que no ha sido así, según sea el caso.

Cuando haya incidentes en el aula, en el sentido de que la clase no esté funcionando tan bien como otros días, será preferible decir que durante ese día la clase no está funcionando. Pero hay que dejar la puerta abierta a una reconsideración, a un cambio de actitud. Por ejemplo, podemos recordar cuando sí hicieron un buen trabajo y el comportamiento fue el adecuado. Lo podemos hacer con reflexiones del tipo: «mirad qué bien hicisteis el trabajo del otro día; os animo a tener buena actitud hacia el trabajo y a comportaros bien».

Para repetir una conducta, es básico reforzarla en positivo, lo que es fundamental durante la infancia y la adolescencia. Así se previene y evita la conflictividad, y se mejora el clima del aula, para que el alumnado esté ocupado en su trabajo y en el aprendizaje. Esta manera de proceder funciona tanto en casa como en el aula, en un aniversario, en el deporte, en las actividades extraescolares etc.

La psicología educativa y la motivación.

Cuando el alumnado no puede hacer las actividades escolares, se frustra y se desmotiva, ya que comprueba que no es capaz de hacerlas porque no están en su campo próximo de aprendizaje. Al alumnado de necesidades educativas específicas le proponemos actividades que pueda hacer. De la misma manera, a los otros estudiantes conviene ofrecerles realizar actividades de su nivel y posibilidades de aprendizaje —no nos referimos a su nivel de curso académico, sino a su nivel de capacidad—. La imposibilidad de hacerlas disminuye la motivación y el interés.

Es frecuente que haya algunos grupos que se encuentren en un nivel académico determinado, pero cuyos conocimientos y competencia curricular estén muy por debajo. Es evidente, pues, que solo podrán aprender de manera consistente y significativa si nos acercamos, primero, al nivel donde están para, después, ir subiéndolo.

Del mismo modo que es necesario que los trabajos tengan las características de que sea posible hacerlos, de que aumenten la motivación y levanten la moral del grupo, también es necesario plantear metas, tratar temas y trabajar contenidos asequibles y posibles para el alumnado.

Exactamente lo mismo que ocurre en el aula pasa en la mayoría de las ocasiones en casa, los padres, madres y familiares debemos enseñarles a los niños y a las niñas a ser personas honradas y facilitarles la formación que les permita estar preparados, a la vez que motivarles para focalizar y priorizar que vayan bien en los estudios. Es fundamental también valorar y reforzar los logros y la buena actitud en el hogar.

Valorar a los docentes es esencial.

Una buena estrategia para los padres es decirles a los niños y a los jóvenes: «Si una prueba de evaluación no te sale bien, no te vamos a decir nada, ya que esto alguna vez puede pasar, nos ha pasado a todos, pero te vamos a preguntar ¿Has estudiado?». Hay que ser exigentes en el estudio de los hijos e hijas en su justa medida, encaminar a los hijos desde pequeños hacia la motivación por el trabajo bien hecho, hacia la buena educación en valores positivos, hacia el cumplimiento de las normas y, por otra parte, dar valor a la escuela, al estudio y a los profesores es la mejor inversión que como padres y madres podemos hacer.

Podemos afirmar que animar a conseguir el objetivo, tanto por parte de los padres como de los profesores, todos juntos, decir lo que se está haciendo bien, indicar qué conviene hacer para mejorar, señalar dónde está el error y explicar cómo aprender de él facilita la mejora de la educación, el aprendizaje y eleva la motivación. 

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