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Antonio Tarabini

Entrebancs

Antonio Tarabini

Una Navidad de contrastes

Tales fiestas de origen religioso tienden a secularizarse, se centran básicamente en su vertiente familiar y no resulta extraño que concluyan las comilonas como el rosario de la aurora. Además, a la par, son el sumum del consumo

Las fiestas navideñas pretenden poner en evidencia los aspectos más positivos de nuestra vivencia y convivencia, dejando, si es posible, en el baúl de los recuerdos, aunque sea temporalmente, nuestras desdichas, fracasos, soledades y un inmenso etcétera. Algo que no siempre se consigue. Es un hecho que tales fiestas de origen religioso tienden a secularizarse, y así lo piensan incluso las personas que se mantienen fieles a sus tradiciones religiosas. Se centran básicamente en su vertiente familiar, se reúnen la familia próxima y a veces la extensa, y no resulta extraño que una vez en la sobremesa y con algunas copas de más, concluyan las comilonas como el rosario de la aurora. Y coge auge el aprovechar estas fechas en la realización de algún viaje. A la par es el sumum del consumo, regalo a troche y moche, marca tras marca, juguetes rosas para la niña y azules para el niño, alta tecnología de imposible uso para hijos/hijas y demás parentela. Y para mayor gloria y placer, los gastos navideños se adelantan con una excusa u otra, como el inconmensurable Black Friday.

Siguiendo el hábito de cada año, en el número 429 de Quaderns Gadeso (www.gadeso.org) hemos buceado en los resultados cuantitativos y cualitativos según la pertenencia a tal o cual clase y/o segmentación social. Los resultados globales reflejan un cierto cambio de tendencia. La previsión de gastos ronda los 765 euros, con un aumento del 17,7% respecto al año pasado, resaltando los regalos y comidas/cenas. Se supone que tal mayor capacidad de gasto es correlativa a un control de la covid y a una mejora de nuestra economía. Todo previsible y correcto. Basta ver y observar el bullicio de nuestras principales calles y los centros comerciales. O recordar la vorágine de nuestro ‘Viernes Negro’ del pasado mes de noviembre. Pero no todo es oro lo que reluce. A tal dato debe añadirse el aumento de la inflación que, además del aumento de los precios de la energía, afecta de manera preocupante a los costes básicos relacionados con los elementos primordiales de la cesta de la compra cotidiana (+ 15%). Tal realidad repercute en un aumento de la brecha social y de la desigualdad.

El gasto previsto por el segmento alto y medio-alto es de 1.581 euros, mientras el gasto equivalente en las clases bajas y medio-bajas es de 347 euros, en riesgo de exclusión económica y social. La diferencia es enorme. Pero ¿a quiénes nos referimos? Parados de larga duración, jubilados con pensiones ínfimas, trabajadores con contratos precarios... Haberlos haylos. ¿Y las denominadas clases medias? trabajadores asalariados, autónomos, fijos discontinuos, pequeños empresarios, que no pueden cubrir sus costes vitales. También han sido también víctimas de la crisis en pérdida de poder adquisitivo en rentas y salarios; pérdida de estabilidad profesional/laboral; corte radical en perspectivas de mejora socio-económica personal y familia; incluso en determinados subcolectivos) en riesgo de exclusión económica y/o social. Pueden gozar de un trabajo relativamente «seguro» (?), pero con incertezas. Su capacidad de gasto ha mejorado (694 euros), pero siguen estancados en tierra de nadie entre los dos polos que conforman nuestra sociedad dual.

Según Oxfam, España está situada casi en el furgón en diferencia de rentas, el elevado crecimiento económico ha beneficiado (también en Balears) especialmente a las clases alta y medio-altas. El Informe Foessa del 1 de diciembre del presente año publicado en este mismo diario (DM) afirma : «Las familias de Balears acabarán el año, por los efectos de la inflación, teniendo que destinar 80 de cada 100 euros que ingresan a afrontar los gastos de vivienda y suministros. Al tiempo que renuncian a otros gastos como comedores escolares o tratamientos médicos que no están cubiertos por el sistema público (…). y reclama medidas «urgentes» para paliar los efectos inmediatos, pero también la implantación de medidas de prevención en materia de salud y educación. Tales urgencias se intentan cubrir a través de múltiples programas puestos en marcha desde las administraciones estatal, autonómicas y locales, orientados a personas y familias en riesgo de exclusión: Renta Social garantizada, ayudas al alquiler e hipotecas, a costes de energía, comedores escolares, transportes públicos…

A su vez las diversas administraciones públicas (básicamente Gobierno Central y Autonómico) aplican sus esfuerzos a aplicar medias estructurales más allá de las ayudas coyunturales. Revisión del Salario Mínimo Interprofesional (¿1.080?), las pensiones (¿+8,5% en 2023?), revisiones salariales a través de los convenios colectivos)…Así como una aplicación justa de los Fondos Europeos (Administraciones Públicas, organizaciones empresariales y sindicales, organizaciones cívicas representativas) que posibiliten un cambio en nuestra estructura económica productiva y social.

Fácil no es, pero no imposible. El futuro no está escrito.

Bones festes a tots i totes!

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