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Alfonso González Jerez

Exseleccionador de España y exfutbolista

Alfonso González Jerez

Limón & vinagre | Luis Enrique: Libre, al fin, de periodistas

Luis Enrique saluda a la afición después de caer eliminado ante Marruecos en octavos de final del Mundial. Tolga Bozoglu / EFE

Los que son adictos a las competiciones futbolísticas y los que las detestan comparten un error básico: no entienden lo que es el seleccionador del equipo nacional. Primero habrá que disculparse por utilizar la expresión equipo nacional, en desuso desde hace cuarenta años. Desde entonces es la Selección, o, más recientemente, la Roja. Las identidades nacionales o nacionalistoides que acogotan a España han aconsejado una expresión menos patriótica. Porque disfrutar del fútbol es disfrutar sin efectos secundarios de algo semiolvidado que es la patria. Alguna patria. Cualquier patria que quepa en una camiseta, no me meta usted en líos. Para un leonés la patria está clara, como para un extremeño. En cambio, muchísimos catalanes disfrutan y van con la Selección imaginando que representa a una patria alternativa a Cataluña pero a la que se puede llegar -como Alicia a su mundo- a través del espejo.

El seleccionador es algo más que un entrenador. El seleccionador -sinteticemos - es el responsable de todo. Ha sido elegido por la misma razón por la que se colocaba a un pianista en las tabernas del Oeste americano: para que pueda dispararse sobre él impunemente. Nadie puede o debe lanzarse sobre la Roja para fulminarla como un atajo de inútiles: para eso está el seleccionador, al que se puede apostrofar a los cinco minutos de comenzar la competición. Es falso que a los seleccionadores se les esté tratando con crueldad en los últimos lustros. Recuerdo a un infortunado seleccionador de origen uruguayo, Santamaría, que tuvo la desdicha de liderar el equipo en el Mundial de Fútbol en 1982 que se celebró en España. Alguien malicioso se dedicó, cada vez que salía en la tele o se le mencionaba en la radio, a poner como fondo una canción de Gato Pérez, Santa María: «Santa María líbranos de todo mal/ampáranos Señor de este terrible animal/Tenía cara de buey y el pecho de un toro bravo/tenía patas de yegua/y metro y medio de rabo…». El entrenador uruguayo -dicen - estuvo meses sin salir de casa después del Mundial. Tal vez el mejor tratado de todos fue Vicente del Bosque. El palmarés deportivo de Del Bosque era demasiado abrumador -bajo su mando la Selección logró el Mundial de 2010 y la Eurocopa de 2012-, pero es que además renunció al principal instrumento que utilizan los seleccionadores para no hundirse en la insignificancia de una larga dinastía y responder a las críticas: transformarse en un personaje. Recuerden ustedes la legión de imitadores con los que han cargado Mouriño, Pep Guardiola o incluso Luis Aragonés. Imitar a Del Bosque era muy difícil. Solo era un señor que sabía mucho de fútbol, hacía bien su trabajo y se iba a casa.

Luis Enrique Martínez, que acaba de ser destituido como seleccionador, no respondía claramente a esa rara estirpe. Gijonés de 52 años, fue un excelente jugador -administraba la pelota con gran inteligencia- y un entrenador que fue aprendiendo más y más ante los ojos de la afición, principalmente en el FC Barcelona, hasta que le auparon como seleccionador en 2018. Su singularidad está en su concepto de la comunicación deportiva y en su espasmódica y a veces agresiva relación con los medios. En el universo de los entrenadores de fútbol se registran dos conceptos sobre los medios de comunicación que fraguan en dos actitudes diferentes. Están los entrenadores que admiten que los periodistas forman parte del negocio del balompié y que la colaboración deviene inevitable y, en realidad, beneficiosa. El segundo grupo, en el que milita Luis Enrique, piensa casi lo contrario. A los medios de comunicación no les interesa ni el deporte, ni la competición ni el fútbol. Les interesan los problemas, los enfrentamientos, los errores, las pequeñas y grandes catástrofes, los chismes de dentro y fuera del vestuario. Los medios no colaboran. Los medios parasitan el fútbol y nunca pierden una oportunidad para molestar.

Para Luis Enrique, el control de la información que generaba la Roja era fundamental. ¿Y por qué había que delegarlo en periódicos, radios y televisiones? Esa ligera repugnancia a la prensa le llevó a entrevistarse a sí mismo o lanzarse a reflexiones en streams en directo. Hasta el final de su mandato, ya en Catar, se negó simplemente a mantener un diálogo más o menos normalizado con la prensa. Prefería incluso negar lo que sabía y parecer tonto, despistado o desidioso: nunca fue las tres cosas. No ha aceptado ninguna entrevista solicitada por los grandes diarios o cadenas españolas, y, en cambio, esta noche regresará a Twitch para ser entrevistado por Ibai Llanos, un joven que se dedica a los videojuegos, habla mucho por las redes y es amigo de Messi. Periodistas, abstenerse.

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