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Matías Vallés

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Bartolomé Cursach, empresario del ocio: El amo de la noche mallorquina

Bartolomé Cursach, saliendo de la Audiencia de Palma, el pasado noviembre. B. RAMON

Seis magistrados de la Audiencia de Palma decidieron hace dos años abstenerse en bloque de juzgar a Bartolomé Cursach por corrupciones múltiples. Para curarles el pánico inaudito, se les recordó cuál era su trabajo, pero el proceso no empezaba bien. Acabó con la fiscalía Anticorrupción pidiendo perdón a lágrima viva al magnate por haberlo acusado, destacando que los sollozos eran una humilde reparación del daño. La presidenta del tribunal se contagió de los lloros. El magnate, el resto del banquillo y sus abogados prorrumpieron en una estruendosa ovación al ministerio público, un gesto de debilidad de Cursach disculpable porque la magnanimidad es la prerrogativa de los reyes. Todo grabado, ojalá hubiera prosperado la abstención.

Semanas antes, Cursach se levanta de su asiento de procesado y se encamina hacia la puerta de la sala. La presidenta le pregunta adónde va. Al baño. Se le reconviene. La autonomía define al amo indiscutible de la noche mallorquina, con picas en BCM, Pachá, Tito’s , Luna, Riu Palace («es mi buque insignia, le tengo un cariño especial»), hoteles, una línea aérea, un megagimnasio. Avezado jugador de póker, cultivó relaciones más que excelentes con jueces, fiscales, jefes de la policía y de la Guardia Civil o periodistas.

La Policía Nacional ha invertido una fortuna en limpiar la imagen de Cursach, alabándole en atestados hagiográficos, secuestrando móviles de periodistas con el apoyo entusiasta de la fiscalía, enredando a los investigadores del empresario en una falsa organización criminal y reprochando la ceguera hacia las virtudes del todopoderoso. Hasta el Tribunal Superior tuvo que indicarles que dejaran de vomitar miel. En parte estaban insultando a Cursach, que aborrecería la imagen santurrona. La fiscalía sostenía el hisopo, sin importarle que tres testigos fueran agredidos durante la instrucción según sentencia firme.

Cronológicamente, la exaltación de Cursach se inicia por una denuncia de sus abogados. Causalmente, cada uno debe decidir si cualquier acusado que se queja a la policía de filtraciones consigue un amparo de tal magnitud, sobre todo cuando el sumario dinamitado refiere encuentros jugosos en la Jefatura Superior.

Mallorca distingue al amo o encargado de la finca del señor o propietario. El recogepelotas Cursach era el orgulloso hijo del conserje del club de tenis de la alta sociedad local, que siempre lo rechazó. Aspiraba a ser aceptado por los millonarios de casta y de ruinas inmobiliarias, pero sin rebajarse a su altura. Los describía a la perfección:

—Lo peor de muchos mallorquines es que se hacen los tontos y los pobretones, y de colló (gilipollas) es de lo único que no podemos operarnos.

Hay banqueros que siempre se han negado a recibir a Cursach, pese a la liquidez pornográfica del propietario a quien veíamos cada noche controlando la taquilla a la entrada de sus discotecas. Hasta que el caballero oscuro cometió el error de comprarse el Real Mallorca. Alternó en el palco con Florentino, pero por primera vez recibía dardos de la edición balear de El Mundo, dirigida por Eduardo Inda. Con motivo de una exclusiva de Diario de Mallorca sobre una oportuna compra junto al solar que su amigo Jaume Matas elegiría más adelante para el hospital de referencia de Balears, el millonario concertó una entrevista en su sede con el periódico mallorquín. Su mensaje:

—Con El Mundo puedo, con El Mundo y Diario de Mallorca no puedo.

La anécdota desmonta la fenomenal invención de una campaña mediática contra Cursach, cacareada por la prensa en sus manos. Nadie informó de un espinoso asunto judicial privado aclarado a su favor. No hay una sola línea en la prensa mallorquina sobre la imputación del magnate por Santiago Pedraz en el caso Banco de Valencia, también felizmente resuelta. Sobre su potencial económico, según Público, pagó 510.000 euros a Villarejo para neutralizar a Pedro J. Ramírez y a Inda. ¿Qué comisario le presentó al otro comisario?

La hoy consellera ecosoberanista Fina Santiago interroga a Cursach sobre la compra por trece millones de euros del solar antes citado, en una comisión de investigación del Parlament. El empresario ha acudido a la cámara con gafas de sol y replica desafiante a la diputada:

—¿Quién se acuerda de lo que hizo hace trece años?

—Son muchos millones, yo me acordaría.

—Usted sí.

En frase célebre de Cursach, «la droga es el gran enemigo de la vida nocturna, porque es cara y priva de dinero para otras cosas, como el whisky, que es lo que nosotros vendemos». Amén, su investigación anulada por la policía y la fiscalía se salda con dos condenas menores por tenencia ilícita de armas y por insultar al juez que le investigaba en su propio juzgado. Probablemente también son falsas, porque todo lo que ha hecho Cursach es absolutamente legal en Mallorca.

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