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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Kelly es un nombre de lujo

La primera vez que escuché la palabra Kelly en los tiempos recientes, no podía entender la conexión entre las limpiadoras de hotel y el legendario bolso de mujer con correas y silueta de trapecio que es un emblema de la casa Hermès. Me costó conciliar la dignísima categoría laboral de camarera de pisos con la figura de Grace Kelly aferrada para ocultar su embarazo al accesorio de lujo que lleva su nombre, con una lista de espera de años y con precios que se disparan a decenas de miles de euros. La transición conceptual fue dura, pero acabó por imponerse el nombre de combate del único colectivo que ha logrado emocionar a Mariano Rajoy, al describir las condiciones esclavistas en que llevaban a cabo su tarea. Aprendí incluso que kelly era el acrónimo de «que limpian», cabe imaginar la perplejidad de la selecta firma francesa ante el desafío.

Fast forward hasta hoy mismo, las Kellys han alcanzado un reconocimiento superior a sus logros laborales, y el ayuntamiento de Palma decide dedicarles un parque en la zona más turística del Mediterráneo entero. Las trabajadoras se felicitan por el detalle, hasta que irrumpe Carmen Riu, consejera delegada del gigante hotelero que lleva su apellido y famosa por sus opiniones heterodoxas. En una durísima carta, procede a la aniquilación de la decisión del alcalde a quien bautiza Kego o «que gobierna», y reclama las denominaciones de Parque de las Señoras Camareras de Pisos o Señoras Limpiadoras.

Aunque Carmen Riu acostumbra a tener razón, aquí defiende una causa perdida. La dimensión caligráfica de Kellys, donde las trabajadoras también identifican la palabra que define a un guerrero en irlandés, se impondrá a una categoría burocrática. El tiempo difuminará la abreviatura porque requiere de una interpretación, pero también desconocemos los méritos del grueso de integrantes del nomenclátor urbano, por fortuna en la mayoría de los casos. «Ponerle una calle» sigue siendo el homenaje por antonomasia en el voluble mundo digital, y arrinconar a las Kellys en una placa electoralista que el futuro olvidará es más sencillo que mejorar el presente de sus reivindicaciones.

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