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Antonio Tarabini

Entrebancs

Antonio Tarabini

Estabilidad inestable

En tiempos de fragmentación política y en una encrucijada preelectoral, la gobernabilidad

y la estabilidad resultan difíciles

Parecía que la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado de 2023, los terceros del Gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos y los últimos de la legislatura, que pasan ahora al Senado tras cosechar el voto favorable de 187 diputados que representan más de la mitad de la Cámara (53,86%), garantiza un año más el gobierno de coalición, presidido por P. Sánchez. Pero la realidad es más compleja: En tiempos de fragmentación política y en una encrucijada preelectoral, la gobernabilidad y la estabilidad resultan difíciles.

¿Qué entendemos por gobernabilidad? En teoría contar con una mayoría parlamentaria debería posibilitar los órganos constitucionales del Estado (y muy especialmente el Gobierno) puedan constituirse de manera regular y sin demoras conflictivas, que puedan ejercitar sus atribuciones de manera igualmente regular sobre otros órganos (el Parlamento, el Tribunal Constitucional) y sobre otros niveles (las Comunidades Autónomas). Pero tal gobernabilidad no está garantizada en un contexto de fragmentación política y una encrucijada preelectoral. Las derechas siguen bloqueando los urgentes cambios en las Instituciones del Poder Judicial, y convirtiendo el Parlamento en un espectáculo, en un gran circo.

¿Qué entendemos por estabilidad? Estamos viviendo, malviviendo, unos tiempos confusos y repletos de incertidumbres. La inflación dificulta el discurso y el quehacer del gobierno. La inflación repercute en los costes empresariales y familiares (coste de la vida, coste energético, materias primas…). Los salarios vigentes significan el quebranto del poder adquisitivo. Esa subida de precios sin alzas salariales es el caballo de batalla de los sindicatos, con la comprensión del Gobierno y el rechazo de la patronal. Las espadas están en alto con la demanda sindical de una subida y una cláusula de revisión salarial a finales de año. Estabilidad y equilibrio para trabajadores y empresarios, son las consignas repetidas que no llegan a ninguna parte. El conflicto de momento está garantizado. La creación de empleo, a pesar de los esfuerzos realizados, sigue siendo asignatura pendiente como acaba de recordarnos la UE, junto a la Deuda pública y privada. Las pensiones siguen siendo asignatura pendiente; así como el acceso a una vivienda y a los servicios públicos básicos (educación, sanidad….). Sin pasar por alto la imprescindible reforma fiscal.

Simultáneamente el clímax sociopolítico se ha enrarecido. El novedoso líder popular, Núñez Feijóo sin proponer alternativas, más allá de la bajada de impuestos, frente a los graves problemas de índole socio/económica que nos afectan, intenta deslegitimar al actual Gobierno de coalición (y de paso a la propia democracia parlamentaria), aduciendo una supuesta ineficacia y debilidad. Su estrategia y táctica están aducidas de la Presidenta madrileña, Díaz Ayuso, con ítems cercanos a la extrema derecha representada por Vox. Siguiendo la estrategia y táctica de la ultraderecha francesa conquistando el voto de los trabajadores, las clases medias. «Yo no puedo votar a la izquierda porque estoy a favor del trabajo. La derecha es la que defiende el valor del trabajo, y la izquierda defiende la asistencia social» (sic) Ahora toca a los efectos de la Ley del «solo sí es sí» y la reforma del Código Penal». Mañana las pensiones, los salarios, los servicios públicos.

Esta complejidad sociológica y politológica explica el enconamiento estratégico en el que han caído determinados poderes comunicacionales y de otra índole, que se han ido deslizando hacia estrategias de colisión, descalificación y barullo hostil, en un intento por crear todo el ruido, la confusión y el descrédito que sea posible, con el propósito de que determinados sectores del electorado se queden en sus casas resignados y pasivos. De forma que así puedan ganar las fuerzas de la derecha que tengan los apoyos sociológicos necesarios.

Tal complejidad también afecta al campo de la izquierda. El principal partido político en este campo continúa siendo, a bastante distancia, el PSOE, que precisamente por esta razón es el objetivo central de las campañas de agresión y descalificación no solo del PP como tal, con sus caras y sus siglas. El acoso estratégico anti-PSOE tiene objetivos bien definidos: descalificar sistemáticamente, sembrar y suscitar conflictos y contradicciones en las filas progre conduciéndolas al pesimismo y al derrotismo (¿abstención?)

Hoy ¿es posible crear un clímax que posibilite y facilite la reconciliación entre la economía de mercado, el progreso social y la democracia plural? Esa es la tarea asignada a la vigente mayoría parlamentaria y al gobierno de coalición, la necesidad y urgencia de un Contrato Social y Territorial básicos.

El bloque de izquierda no lo tiene fácil. Una de sus causas no tiene por qué ser la lógica divergencia entre los dos socios del vigente Gobierno de coalición al tratarse de dos partidos con personalidad política propia. Lo inquietante puede ser su extensión e intensidad, especialmente en Unidas Podemos y sus entornos donde lo «urgente» es resaltar diferencias con los socialistas desde una estrategia puramente preelectoral.

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