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Matías Vallés

AL AZAR

Matías Vallés

Sus señorías dicen lo que sienten

La crónica parlamentaria se ha simplificado notablemente. El avant match se solventa lamentando los límites de degradación verbal alcanzados en anteriores plenos, y detallando el consenso alcanzado para bajar el diapasón. La crónica del partido refiere que la sesión plenaria ha sido más ruda que la anterior, a su vez la más bronca que habían visto los tiempos. Ya se sabe que Madrid está por encima de todas las cosas, pero las réplicas de tanto terremoto no alcanzan a la periferia. En uno de los ejemplos recientes de desmadre en el Congreso, cundió el pánico al referir que una persona había estudiado a fondo a otra, lo cual es melodramático pero no dramático a secas.

¿No hay nadie en el Congreso que vea Telecinco, los diputados solo repasan vídeos en blanco y negro de La Clave? Esta semana se han librado los combates de ordenanza. La presidencia de la cámara se pone estupenda contra la palabra «filoetarra», desprovista de significado con la banda criminal desaparecida. A continuación, Irene Montero introduce el último concepto de Politología para Paletos, el aclamado volumen de Pablo Iglesias. Después del «terror sexual» y de la «violencia política», ahora surge la «cultura de la violación». Son términos estériles, cáscaras desolladas a traducir por «quien me formule una crítica, se lleva una campaña de publicidad en contra». En su contribución, el presidente del Gobierno vino a recordarle a Abascal que es un residuo a caballo del PP, ni Meloni ni siquiera Olona.

Si en todo el país quedara un solo liberal, promovería la idea esencial de que los diputados digan lo que piensan. Sin embargo, esta propuesta benemérita choca contra la evidencia de que el pensamiento político es una contradicción en sus términos. Tomando la magistratura de consenso de Quevedo, el poeta se manejó con tiento al desplazar el cerebro en su cordial «¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?/¿Nunca se ha de decir lo que se siente?». Sus señorías han de decir lo que sienten. Y en caso de que no lo sientan, que se sienten.

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