Hay una idea que ronda sobre mí desde hace algunos meses: la ausencia de Policía Local en las calles de Palma. Esa es la impresión que tengo. Ya sea paseando por las bonitas calles del centro de nuestra ciudad o bien recorriéndola en moto, noto muy pocos efectivos que velen in situ por nuestra seguridad y/o asistencia. Tal vez pueda parecer que es una animadversión contra un cuerpo que suele hacer una labor impecable. No, ese no es el tema. El quid de la cuestión no radica en su poca profesionalidad, sino más bien en la poca presencia de agentes; en la poca cobertura de los mismos por metro cuadrado. Y es que con una falta o, diría, casi ausencia de efectivos en algunos puntos de Palma, ante una situación en la que se requiera su presencia las probabilidades de ser asistido disminuyen considerablemente. Si así lo digo es porque lo he vivido en carne propia. Les cuento. Hace unos meses, sobre las 15 horas de un día laborable, tuve una discusión por un tema de tráfico con un individuo, quien desde su vehículo y posteriormente acercándose a mí, me amenazó de muerte a la altura de la calle Conquistador a la altura del café Cappucino. Rápidamente, y viendo cómo la cólera de ese individuo hacia mí iba creciendo por momentos, decidir llamar rápidamente al 092. Con temor y lo más rápido que pude, les conté lo sucedido. Sin embargo, ante la larga lista de preguntas que me formularon y su no personación en el lugar de los hechos, tuve que apañármelas como pude ante el hombre que tenía delante de mí y que me estaba amenazando con quitarme la vida.

Ese acontecimiento fue, afortunadamente, un hecho puntual. Aunque debo decir que mi malestar no reside sobre todo en la poca decencia y mucha violencia que desprenden seres como el que aquel día quiso cortar mi existencia. Mi desazón se debe en gran medida a la poca presencia de policías locales en Palma. Llama incluso la atención que en algunos barrios de nuestra ciudad y en algunas cafeterías podemos llegar a ver dos o tres coches y scooters patrulla aparcados en la acerca, mientras sus ocupantes, servidores públicos, se están tomando algún refrigerio en el interior del establecimiento, como ocurre a menudo en un pequeño bar ubicado en la calle Joan Alcover, haciendo esquina con Pérez Galdós.

El problema no es está en el hecho de estar tomando una bebida, sobre todo cuando uno ya ha acabado el turno. La decepción está en cómo eso se percibe; en cómo esa mala imagen que dan los agentes, mientras los ciudadanos de a pie como yo sabemos que en otros puntos uno se puede llegar a ver desprovisto de seguridad y/o asistencia ante un potencial incidente.

Es incluso más clamoroso cuando sabemos que recientemente muchos agentes se han incorporado en prácticas a la sede de San Fernando.

Sería poco valiente por mi parte denunciar este hecho solo por este canal de comunicación. Es por eso que un día de principios de mayo decidí cursar una solicitud para, como ciudadano que cumple con su deber fiscal, exponerle al señor José Hila Vargas mi malestar por tal situación. Al día siguiente de registrar mi solicitud, recibí una llamada de la oficina del alcalde. En ella se me pedía que ampliase el motivo de mi solicitud, cosa que hice acto seguido. Mi escrito giraba en torno al siguiente motivo: «Falta de empatía y falta de asistencia de la Policía Local cuando se les requiere por algún conflicto y la inexistente presencia policial sistemáticamente en muchas zonas de Palma». ¿Cuál fue la respuesta que obtuve? Absolutamente, ninguna. A fecha de hoy, han pasado ya más de seis meses desde que registré y argumenté mi solicitud. Pero sigo esperando una contestación a mi escrito... Como ciudadano que paga religiosamente sus impuestos y habiéndome acogido al cauce puesto a disposición de los ciudadanos por el mismo consistorio (correo electrónico facilitado por el gabinete del señor Hila Vargas), me parece inaceptable y vergonzoso la falta de respeto y consideración que han tenido con todo esto. Bueno, seguiré esperando...