Diario de Mallorca

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Carmen Lumbierres

Divide y no vencerás

Solo tomando como referencia lo personal logro entender

por qué los partidos políticos persisten en el error:

la división se paga con derrota

La vida no se ve igual cuando estás en medio del huracán que cuando consigues separarte un poco de tu corporalidad, observarte desde fuera como si fueras un desconocido siguiendo las enseñanzas de la meditación. Me manifiesto incapaz de haberlo conseguido, me tendré demasiado apego, y la falta de perspectiva te lleva a incurrir en manifiestas equivocaciones, aunque los que te siguen de cerca y te aprecian te lo vinieran repitiendo en más de una ocasión. Solo tomando como referencia lo personal logro entender por qué los partidos políticos persisten en el error que toda la ciudadanía conoce y que repite a coro en las encuestas o en las elecciones, la división se paga con derrota. Pero ahí siguen, la izquierda del PSOE con su 13% de votos sobre el total en las elecciones de 2019, con más líderes buscando su sitio que en 1979, cuando el panorama era todavía ignoto y los rudimentos electorales empezaban a funcionar.

No solo es que la emergencia de una líder sin partido como Yolanda Díaz haga brotar directivas de organizaciones políticas sin liderazgo como Ione Belarra, sino que incluso las maniobras de señalamiento de la oposición crean otras nuevas en una semana dura como el calvario para Irene Montero, pero que la coloca como referente moral del partido violeta, un poco perdido en cuanto a portavocías una vez que Pablo Iglesias abandonó la organización. No solo es que haya múltiples, sino que además se posicionan como rivales cuando los adversarios están fuera de allí, y solo una actitud colaborativa más que confrontativa les daría buenos resultados. El mismo empeño se observa dentro del PSOE a cuenta de la reforma de la sedición. La discrepancia legítima, pero en exceso publicitada de algunos líderes regionales frente a la decisión gubernamental, ha dado argumentos a la derecha para una campaña de señalamiento personal a diputados de esos territorios, y de ahí el levantamiento en pie de todo el grupo parlamentario el día de la votación en el Congreso al grito de «¡aquí estamos todos!».

Unidad es y será la consigna, bien lo sabe la ultraderecha, a la que los movimientos de Olona les hacen más bien poca gracia con lo chispeantes que les resultaban antes. Buen conocedor del daño que provoca la fragmentación es también el Partido Popular, que vio cómo su ala más ultraconservadora se enroló con Santiago Abascal, y que sigue intentando mantener el equilibrio entre las formas de Moreno Bonilla y los ademanes de Díaz Ayuso, aunque todos sabemos quién va ganando, y la presidencia nacional del partido haga como que no se da cuenta porque a veces se opta por el ojos que no ven, corazón que no siente.

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