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Matías Vallés

Oblicuidad

Matías Vallés

Joaquín Sabina, medio siglo tras la senda de Bob Dylan

En el documental monográfico de Fernando León de Aranoa, el memorioso Joaquín Sabina proclama su devoción por Bob Dylan. «Me lo sé de memoria, Highway 51,...». Sintiéndolo mucho, es Highway 61, maestro. Con el sonoro agravante de que la ese sibilante de sixty-one se transforma en efe farfullante en fifty-one. Me dieron ganas de retirar mi firma del libro colectivo en que el autor de 19 días y 500 noches, ¿o son 600?, y su seguro servidor compartimos artículos consagrados a nuestro dios común.

Sintiéndolo mucho, el valioso documental Sintiéndolo mucho vuelve a demostrar que Sabina lleva medio siglo tras la senda de Dylan. La incógnita capital de la película, rodada durante más de una década, consistía en averiguar cuánto tiempo tardaría en aparecer en pantalla el judío de Minnesota. Al autor y al cantautor se les debe reconocer el mérito de haber aguantado más de una hora, antes de introducir los acordes eléctricos de la histriónica Maggie’s Farm bajo la cabeza escarolada. En una película de ficción, equivale al momento en que se desvela la identidad del asesino.

En su primera gran entrevista con portada incluida en El País Semanal de los ochenta, Sabina declaraba trascendente que «acepto el caos, pero no sé si el caos me acepta a mí». Era una flagrante apropiación cultural de un adagio anotado por Dylan en la contraportada de Bringing It All Back Home. Al convertirse en la rechifla de los dylanianos, el ubetense alegó que por error no se había entrecomillado correctamente el texto. Hubiera sido preferible encomendarse al Borges, «no hay que copiar, hay que plagiar».

El único estorbo de Sintiéndolo mucho de León de Aranoa es León de Aranoa. No sabe estar delante de la cámara, estorba, y sus preguntas al poeta son de parvulario o de primero de groupie. Un cuestionario impropio del director de la obra maestra El gran patrón. Tampoco la pareja del cantante, Jimena Coronado, parece muy comprometida con la empresa cinematográfica, y adquiere una desagradecida función de cancerbera que veta el acceso al chamán. A cambio, retratar el miedo real y no artístico del torero José Tomás en México, premonitorio de una grave cogida, justifica el empeño.

A la salida de la proyección, una amable pareja me sintetiza la película:

—Ya hemos conseguido dos entradas para el concierto de Sabina en junio.

Es la mejor crítica a Sintiéndolo mucho.

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