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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

Un tranvía llamado deseo

No, no me refiero a la película protagonizada por Marlon Brando, Vivien Leigh y Karl Malden dirigida por Elia Kazan, basada en la obra teatral del mismo nombre de Tennesse Williams, premio Pulitzer de 1948, sino a la presentación del ‘tramvia de la badia de Palma’ por Francina Armengol y la ministra de Transportes Raquel Sánchez en presencia del alcalde Hila. Esta idea late desde 2007, si no estoy equivocado, en las mentes rectoras del PSOE. Es una idea que surge a la superficie política en períodos electorales para sumergirse una vez transcurridos en profundidades abisales de oscuridad y silencio. A nivel más trascendente me recuerda un proyecto de mejora del transporte urbano que el concejal de turno, confiando en la mala memoria de los cronistas municipales y en su propia sagacidad, presentaba cada año, exactamente el mismo, con un resultado excelente, como mínimo una página en cada medio. Dado que se acercan las municipales y autonómicas de mayo no puedo evitar la sospecha de que pueda tratarse nuevamente de una treta electoralista. Por eso aludo en el título al término deseo, es decir, que el tranvía es el brillante objeto de deseo de los políticos y, supuestamente, de los palmesanos. Aunque también podría figurar, por el hecho de haber sido prometido de forma recurrente desde hace, como mínimo, quince años, como un tranvía llamado sueño, una manera nostálgica de crear una Palma moderna que, además de resolver problemas de movilidad, recupere algunas de sus etapas de modernización del transporte colectivo, los tranvías de mi infancia, no el de mulas. Así, el tranvía puede que no remueva las emociones juveniles, pero para algunos mayores de setenta años es algo así como el sebastianismo de los portugueses. O sea, poca broma con el tranvía, como casi es obligado: que se remueva el tramvia de Mataró por nuestras vías neuronales, acogotándonos.

Habrá que esperar pues a que hayan transcurridos las elecciones para comprobar si esta vez se iba en serio con un proyecto de más de 400 millones de euros y de 237 millones en la primera fase, que debería transcurrir entre la intermodal y el aeropuerto, como nos han mostrado con el montaje de unas bonitas fotografías. Pero también a conocer los resultados del escrutinio, ya que el candidato del PP a la alcaldía de Palma, Jaime Martínez, ha declarado que tal proyecto se trata de un modelo caduco, propio del siglo XX y que no tiene sentido en nuestra ciudad. Dado que un vuelco en el Ayuntamiento podría simultanearse con un vuelco en Parlament y Govern, el proyecto podría decaer de forma irremisible. Carezco de información sobre movilidad, transporte y técnica para emitir una opinión fundada sobre la conveniencia del proyecto, pero no puedo concebir que se impulse uno de estas características e inversiones de dinero público sin que exista un amplio consenso entre las fuerzas políticas para impulsarlo. Si ganaran los socialistas no hay ninguna garantía de que el proyecto se realizara, lo prometen desde 2007. Si ganara el PP, a la luz de sus declaraciones, sus deseos estarían orientados en otras direcciones. Lo que no entiendo es cómo, tratándose de la estructuración de la ciudad y de la escasa diferencia entre derecha e izquierda, que promete alternancia y, por tanto, la necesidad de gestionar los servicios públicos sean quienes sean los que los hayan alumbrado, no hayan existido acuerdos en el Plan General y en el transporte urbano.

Pero hay otras cuestiones que plantea el proyecto y que merecen una explicación. La primera es el nombre, ‘tramvia de la badia de Palma’. Que yo recuerde Calviá y Llucmajor forman parte de la bahía de Palma, por tanto, el nombre del proyecto es incorrecto pues, por lo anunciado, todo el trayecto transcurre en el municipio de Palma, primera, segunda y tercera fase. No comprendo muy bien el porqué, tratándose de un proyecto tan ambicioso a financiar con los fondos europeos, no se aborda el reto del área metropolitana del transporte de la bahía que incluya el continuum urbano que va desde El Arenal de Llucmajor hasta Calvià. ¿Es que los vecinos del territorio urbano de ambos municipios no tendrían derecho a acceder en tranvía al aeropuerto y a Son Espases? Con toda su prosopopeya altisonante la idea política carece de la ambición suficiente para dar solución a un área metropolitana carente de reconocimiento institucional, se queda corta, sólo para beneficiar a Hila.

Dando por supuesto que van a mantener el proyecto básico del Govern en información pública, se plantean unas incógnitas que deberían resolverse antes de seguir avanzando. Una es qué organismo sería el encargado de su gestión. Que yo sepa el Govern no es el competente para gestionar el transporte urbano de Palma, la competencia es del ayuntamiento de Palma, a través de la Empresa Municipal de Transportes. En el transporte interurbano parece que la competencia sobre transporte de viajeros corresponde al Consell Insular de Mallorca, según el artículo 39.10 del estatuto de autonomía. Si el Ayuntamiento renunciara a sus propias competencias en beneficio de algún organismo de la CAIB, ¿sería el servicio gestionado directamente, a través de una empresa pública o por una empresa privada a través de una concesión administrativa? Si así fuera, y dado que en la mayor parte de los trayectos contemplados del tranvía coinciden con las líneas de la EMT, alguna de ellas la única rentable económicamente, la que llega hasta el final de platja de Palma, ¿de qué manera se resarciría al ayuntamiento por las pérdidas económicas? Y si el Ayuntamiento no renuncia a sus propias competencias, ¿cómo se justifica que desde el Govern se impulse un proyecto ajeno a las suyas? La presencia de Hila en la presentación del proyecto junto a Armengol y Sánchez, ¿supone la renuncia al ejercicio de las competencias municipales? Si no se dan respuestas a esas incógnitas, que deberían ser previas a toda tramitación del proyecto como la ya iniciada, se da pábulo a que la iniciativa no pueda ser otra cosa que propaganda electoral. Esperemos que no, esperemos que no se malgasten ni tiempo ni dinero en iniciativas que no gocen del consenso básico de las fuerzas políticas que aseguren la viabilidad de una mejora del transporte urbano de Palma. Esperemos para no desesperar, que es lo propio de una realidad desesperante.

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