¡No es suficiente realizar bien las tareas, debemos mejorar! Esta conocida máxima cobra especial relevancia cuando hablamos del tratamiento de la violencia de género. La mejora en el hacer, pasa por desarrollar una buena gestión sobre un contenido de calidad. El marco de trabajo de la policía local de Palma (PL) hace varios años que va en dirección contraria a la premisa inicial, hallándose actualmente en su peor momento. Focalizaré el amplio abordaje del problema en una parte del tratamiento policial, concretado en la evolución que ha tenido en este territorio que conozco.

A principios de los años 90 la policía local de Ciutat empezó a tratar el fenómeno considerado «familiar». Las herramientas normativas eran escasas y la Sala de Atestados inició acciones de especialización. En 1995, con Joan Fageda, se instauró la asistencia psicológica en crisis para víctimas —entre otras— de agresiones sexuales y lesiones en ámbito familiar que hubieran presentado denuncia ante ese Cuerpo, y que luego eran objeto de su seguimiento. Facilitábamos incluso dispositivos de seguimiento por satélite. Esas acciones, «asimétricas» como tantas otras, se desarrollaron en la legislatura del Partido Popular. El apoyo psicológico fue y sigue siendo uno de sus mayores aciertos.

Repasemos la historia, cuya asimetría no hace falta reiterar a cada línea, dado que el modelo de respuesta —no solo policial— español permite que cada parcela institucional desarrolle, o no, las acciones que estime oportunas, hecho que permite tratamientos distintos a situaciones idénticas. En el año 2003 el ajuntament de Palma, al objeto de crear un sistema de gestión sólido, creó una carta de compromisos para dar una respuesta de calidad y garantizar la mejor asistencia posible a las víctimas de la, entonces, llamada violencia doméstica. Tras la imprescindible ley integral del 2004 sobre violencia de género, la Carta se reformuló en el año 2006 bajo el mandato de Catalina Cirer, en la portada aparecía en blanco y negro una mujer agredida (un varón le tapaba los ojos y la boca con sus manos). Al unísono se creó un equipo especializado —denominado UPFA en la actualidad— que gestionó múltiples procedimientos internos y centralizó el control del proceso de todo el Cuerpo, proyecto del cual he formado parte hasta mi jubilación el pasado año. Los compromisos con las víctimas se fueron ampliando, uniendo servicios municipales de asistencia. Fue la primera acción de estas características específicas a nivel europeo y AENOR lo certificó. A día de hoy sigue vigente a «medio gas». Entre los servicios ofrecidos destacan: la atención a la emergencia en menos de nueve minutos, asistencia psicológica en menos de 30 minutos, toma de denuncia en menos de 20 minutos, seguimiento individualizado del caso… Se medía el nivel de satisfacción de las víctimas y los resultados eran notables. Especialmente valioso era el ejercicio de transparencia al facilitar regularmente datos comparados. Hasta aquí, dos legislaturas azules de atención preferente. Aina Calvo —ya en rojo— mantuvo el estándar de calidad y con Mateo Isern hubo dos momentos: mal inicio y buen final, en el que apareció el color y la esperanza en la portada de la Carta, incluso nos atrevimos con un lema: Recuper els meus somnis. Se produjo también un fuerte apoyo a los cursos de autoprotección, destacándose el encuentro entre profesorado y alumnas en un entrañable acto desarrollado en el teatre Mar i Terra. Los cursos, cuyo objeto era elevar su autoestima, era una de las acciones más visibles del resultado de la eficacia de nuestro trabajo. Con el gobierno municipal surgido de las elecciones del 2015 se acentuó el declive policial en general, iniciándose el —ya imparable hasta la fecha— del tratamiento de la violencia de género en particular, el cual desarrollaremos en una segunda parte.