En la tribuna de la semana pasada les dije que hubo dos datos en la presentación del CES referidos al sector primario, que me sorprendieron positivamente. El primero fue la evolución del VAB agrario y el segundo la evolución del empleo en el sector primario.

Voy al tema. Salvo episodios dramáticos como la granizada que cayó en septiembre en la isla de Menorca, y a pesar de las elevadísimas temperaturas y los altos costes de producción, al sector hortofrutícola de las Illes Balears le ha ido bien la temporada de verano. Me lo confirman tanto los gerentes de las cooperativas de Eivissa, como las SATS, OPFHs y empresas de Mallorca. Los precios pagados al payés por sandías, melones, tomate, pimiento, calabacín o pepino han sido buenos, incluso muy buenos. El sector hortofrutícola es muy intensivo en mano de obra y en esta misma semana, dos gerentes de empresas del sector, me dicen a las claras que esperando que el mercado interior de las islas se consolide, sus decisiones a la hora de aumentar superficie de producción y cerrar más contratos de producción con otros payeses, están condicionadas por la imposibilidad de encontrar mano de obra asalariada para trabajar en el campo.

Buscar personas interesadas en trabajar en el sector agrario y ganadero en las Islas Baleares se ha convertido en misión imposible para la payesía. Hablamos de trabajadores temporeros para las campañas de verano de todas las producciones hortícolas, para la vendimia, la aceituna, para trabajar en granjas lecheras y explotaciones ganaderas, o para cualquier otro trabajo en planta transformadora o almacén. Si hablamos de trabajos especializados como plantar, podar, o aplicar tratamientos fitosanitarios, entonces es mejor olvidarse. Es una de las consecuencias quizás menos llamativas de un mercado de trabajo profundamente tercerizado.

Las razones y problemas son varios y se encadenan. El coste laboral en el sector agrario de las Illes Balears no es significativamente distinto al del resto de España y sobrepasa ligeramente los 30.500 euros/año. Sin embargo, los salarios que ofrece el sector servicios y en especial el sector turístico, lógicamente son mucho más atractivos que los del campo. Juega además en contra la cuestión no menor referida a la valoración social del trabajo agrario. El problema de fondo está en que la productividad del trabajo en el sector agrario de las Baleares es un 63% de la media nacional y la renta agraria un 54% de la referencia nacional lo que sin duda no ayuda a la hora de elevar los salarios del sector primario. Esta competencia imposible hace que año tras año las organizaciones agrarias y las cooperativas sigan tirando del mecanismo regulado por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones para la gestión colectiva de contrataciones de trabajadores en origen, que en el caso de Baleares y debido a relaciones establecidas durante muchos años, proceden de Colombia. Sin embargo, los 500 trabajadores que vienen por este contingente no cubren todas las necesidades del sector a lo largo del año.

En este contexto, ahí va el segundo dato. Tras el cataclismo que supuso el año 2021 debido a la pandemia, la encuesta de población activa por trimestres confirma un aumento general de la ocupación en Baleares del 4,7% con respecto a 2020. Aunque todos los sectores muestran incrementos en el número y porcentaje de personas ocupadas, el crecimiento más importante se produce en el sector primario que gana 1.400 efectivos, lo que supone un aumento en la ocupación del 27% en términos relativos. Ya sabemos de los pesos relativos de cada sector, pero este aumento es interesante si lo comparamos con tan solo los 1.000 efectivos que gana el sector de la industria (+2,8%) y los apenas 1.000 efectivos de más en el sector de la construcción (+1,8%). El sector agrario experimentó un incremento en la afiliación a la seguridad social del 2,3% solo por detrás del sector servicios que aumentó un 2,7%. Finalmente y a los efectos que nos ocupa en esta tribuna, los asalariados en el sector agrario llegaron a los 4.500 activos, lo que supone un 55% más con respecto a 2020 lo que indica que casi el 90% de las nuevas ocupaciones en el sector se generaron entre los trabajadores del campo por cuenta ajena.

Me gusta terminar mis tribunas con una especie de listado de tareas pendientes y en este caso no va a ser menos. Configurar un mercado de trabajo estable y atractivo en el sector primario y agroalimentario es otra de las tareas imprescindibles si queremos fortalecer el sector y darle una oportunidad en el marco de la diversificación. En este sentido tan solo voy a plantear tres cuestiones casi imprescindibles. En primer lugar fortalecer la oferta de formación profesional reglada ligada a las necesidades del sector con nuevas especialidades de mayor valor y atractivas para las personas jóvenes. Relacionado con esto, sin duda desarrollar la formación dual vinculada a empresas de las diversas ramas productivas agroalimentarias. El nuevo ciclo de grado medio en Agroecología que se pondrá en marcha el próximo curso en Raixa es una buena iniciativa. En segundo lugar, el apoyo a toda la formación muy práctica y experiencias que en este momento ya se desarrolla por parte de las organizaciones agrarias y las cooperativas. En tercer lugar y sin duda lo más complejo y trascendental, pasa por abordar la actualización y renovación del «Convenio Colectivo del Sector de Trabajo en el Campo de las Islas Baleares» que aunque se actualiza en los salarios año tras año, permanece intacto en lo que se refiere al modelo de las relaciones laborales desde el año 2003. Este es el instrumento de modernización que permitiría enfrentar la competencia en el mercado de trabajo.