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Matías Vallés

AL AZAR

Matías Vallés

Lesmes cae con Cataluña

No todo han de ser malas noticias. La autoexpulsión turbulenta de Carlos Lesmes, alto cargo de Aznar, es una bendición para la democracia. La alegría disculpa incluso la utilización para eyectarse de un videomensaje navideño que parece grabado en La Zarzuela. El discurso de homenaje a sí mismo incluye términos de teleserie como «cómplice», «inaceptable» o «aborrezco», incompatibles con el concepto olímpico que define a la judicatura. Los magistrados frecuentan en exceso el palco del Bernabéu y las portadas de la prensa rosa. Escuchando disciplinadamente al Rey Lesmes, el autogobierno de los jueces equivale al autogobierno de un aula de preescolar. O por mantenerse en la actualidad y no ofender a criaturas inocentes, a la autogestión del colegio mayor Elías Ahúja, una autonomía que se ha materializado con consecuencias harto difundidas, en otra institución con un director estéril y tan difícil de remover como el presidente del Supremo.

No es casualidad que el final de la bochornosa etapa, o «aborrecible» por calcar su lenguaje, de Lesmes al frente de la Justicia española coincida con una Generalitat de Cataluña sumida en el esperpento. En su discurso de humillación a Felipe VI con motivo de la inauguración del año judicial, el presidente del Supremo no solo descalificó a un Gobierno central sin capacidad de réplica. También se felicitó de la respuesta judicial al conflicto catalán. En el choque de irracionalidades, ambas facciones saltan simultáneamente por los aires. Los bandos que provocan una explosión de tal calibre no pueden sustraerse a sus efectos.

El periodismo abusa de la coletilla definitiva «sin precedentes». El antecesor de Lesmes dimitió en medio de la polvareda sobre sus fines de semana de jolgorio. El ahora fracasado no ha omitido en su despedida el forofismo de señalar que el PP tiene mayoría en el Senado, por citar una institución más «deteriorada» que el Consejo, en este caso por culpa del denunciante de la degeneración. Lesmes es más fácil de sustituir que de destituir, porque el CGPJ no puede empeorar.

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