La palabra humanizar es un término cuyo significado, según el Diccionario de uso del español de María Moliner, es «hacer una cosa más humana, menos cruel, menos dura para los hombres». La palabra esclavizar, según la RAE, es «tener a alguien muy sujeto e intensamente ocupado» O la primera definición que aparece al buscar en Google: «tener a alguien fuertemente dominado o hacerle trabajar mucho y con excesivo rigor». Y si esclavizar es inhumano, tener a los trabajadores del Ibsalut, en concreto a los médicos, sometidos a jornadas maratonianas visitando pacientes sin descanso y con listados interminables, o haciendo el doble o triple de trabajo por falta de recursos humanos, no podemos decir que sea humanizar la medicina.

¿Cómo puede ser que se pretenda humanizar una empresa cuyo mayor potencial son los recursos humanos sometiéndoles a cargas de trabajo inasumibles? Si solo se tiene en cuenta a la población y no a los que la atienden, mal vamos a humanizar. Como mucho, lo que obtenemos en las consultas es mucho olor a humanidad, después de que pasen por ella más de 50 pacientes con sus respectivos acompañantes. Imagínense la humanidad que pueden desprender las urgencias de Hospitales donde en 24 horas se llegan a atender a 500 almas.

Asistimos hace un par de semanas a la presentación por parte de la Conselleria de salut del Plan de Humanización 2022-2027, un documento maravillosamente escrito de 112 páginas, lleno de bonitas palabras dignas del país de ‘nunca jamás’, con fotos de Peter Pan y Wendy junto a los niños perdidos en los diferentes hospitales y centros de salud, haciendo felices a los usuarios, que estamos de acuerdo se merecen un trato exquisito, con empatía, honestidad y todos los valores que definen una atención humanizada.

Pero justo nos hemos ido al apartado de financiación y nos encontramos con lo de siempre, dos párrafos de tres líneas para explicar que se buscarán unos euritos en algún sitio. Pero no dice cómo va a pagar que se dedique más tiempo a la atención de los pacientes. Hay que escuchar a los pacientes, pero ¿se seguirán citando a varios en el mismo minuto o sobrecargando a los médicos con consultas infinitas?

Es verdad que el papel todo lo aguanta y que se pueden escribir miles de documentos maravillosos, pero sin presupuestar su coste no vamos a ninguna parte. Humanizar no es transformar a médicos, que son seres humanos, en máquinas que han de visitar un paciente tras otro o varios a la vez, u obligar a un solo médico a asumir el trabajo de tres, como está ocurriendo en los centros de salud y servicios de urgencias de nuestras islas.

Los ciudadanos, entre los que estamos incluidos los médicos, apoyaríamos ese documento si, en vez de ser un paseo por un cuento de hadas, incluyese un presupuesto para implementar las medidas que con tanto mimo han escrito y al que tanto tiempo han dedicado. Pero, para humanizar, igual convendría que también se pensase en retener el talento con medidas imaginativas y no imaginarias, contratando más seres humanos, es decir, más médicos.

No hay que humanizar ni ser más humanos (¿cómo se hace eso?), hay que rehumanizar, (reconocer lo intrínseco a la naturaleza humana: la vulnerabilidad, la indefensión emocional y el deterioro, que son nuestras compañeras de alforjas durante nuestra vida y que afloran cuando estamos enfermos). Ese es el reto. Eso implica no cosificar a los pacientes, atender su singularidad, dedicarle atención plena, mirándolos a la cara. Eso es imposible sin la escucha activa. Y eso requiere tiempo fértil. Y eso es imposible conseguirlo si ves pacientes, perdón, como churros, que es lo que los excelentes médicos de la Atención Primaria llevan haciendo últimamente.

Hay que cuidar las palabras que curan, porque son el mejor placebo y el más poderoso instrumento para mostrar nuestra empatía y compasión. Pero, para eso, se necesita un tiempo que dignifique el encuentro y la relación médico-paciente. Sabemos de la complejidad del sector sanitario, pero por mucho documento humanizador, la tarea encuentra barreras que le competen a la administración resolverlas, como por ejemplo la elevada burocratización, exceso de demanda y utilización de los servicios y una gran falta de coordinación entre servicios y profesionales.

Con un burnout galopante por el gran desgaste sufrido, la quiebra de la relación médico-paciente y la alianza terapéutica están servidas. Difícilmente un médico que está al 50%, fagocitado por la fatiga de la compasión, puede rehumanizarse una y otra vez, viendo a 40-50 pacientes cuando tendría que visitar 25 en ese tiempo. Y los dados están tirados, o te rehumanizas o te deshumanizas. Rehumanizar es dignificar, es una cuestión bioética fundamental y, lamentablemente, hoy la administración tiene una gran parte de responsabilidad en que los contextos asistenciales planteen una y otra vez conflictos éticos a los médicos.

Los ciudadanos necesitan médicos que los atiendan con tiempo, con un cupo limitado y con una actitud rehumanizante. Que los miren y los vean. Eso es justamente la relación médico-paciente, que es milenaria. Sugiero que cree una Dirección General de Humanización, porque es tan importante que debería de subir de rango. Pero, tanto nosotros como los ciudadanos, exigimos que den prioridad a la captación y fidelización de más médicos, para que los pacientes puedan ser atendidos en hora, tiempo y dignamente, es decir rehumanizándolos. Implantar un plan de Humanización es reconocer explícitamente que hay una deshumanización creciente. ¿Tienen datos? Ya saben, en derrota transitoria pero nunca en doma.