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Limón & vinagre

Didier Reynders | Estirar las piernas

Didier Reynders JULIEN WARNAND

El comisario europeo de Justicia Didier Reynders tiene cara de yo no fui. A veces basta una cara para hacerse una carrera, y si no que le pregunten a Bela Lugosi. Esa expresión inocente y ligeramente atontolinada del señor Reynders es tal vez la ideal, precisamente, para ser comisario de Justicia. Un comisario de Justicia no puede parecer culpable de nada, ni siquiera de serlo. Si en algo insisten sus escasísimos y poco entusiastas hermeneutas sobre Reynders es en que se ha hecho a sí mismo como un político especializado en que la gente se lleve bien, se tome confianza, se tomen un café. Por eso el rey de Bélgica -que no es un personaje de Hergé: existe y todo- le ha encargado dos veces formar gobierno. No para presidirlo, sino para encontrar un consenso básico en ese reino harto de sí mismo y de su artificiosidad y conseguir un equipo gubernamental estable. Belga hasta los huesos, no lo hizo bien ni tampoco mal.

Dice la prensa de su país -también existe- que Reynders gana siempre por aburrimiento, por exponer incansablemente las razones y sinrazones de unos y otros hasta que se rinden y ponen su hartazgo en el altar de la patria fragmentaria, recovera y devaluada como el euro. La cuestión es que fuera de Bélgica esta estrategia es de más dudosa utilidad y la personalidad gris marengo de Reynders para desapercibida como un día de lluvia en Bruselas. Los húngaros y los polacos, gente que solo entienden los mejillones como una tapita, no se han impresionado mucho con el comisario de Justicia ni por las sanciones que le han impuestos por su incuestionable deriva iliberal y autoritaria.

De repente, el señor Reynders desembarcó en Madrid para intervenir en el desbloqueo de la cúpula del poder judicial español. Es difícil averiguar quién lo ha invitado. Es como si hubiera venido aquí para estirar las piernas. Al Gobierno la visita de Reynders le ha escamado bastante y así se lo ha transmitido a la prensa amiga. El Gobierno estaría encantado con un comisario que llegara a España para poner a parir al bloqueo del PP a la renovación del Consejo General del Poder Judicial y por tanto del Supremo y el Constitucional. Como algunos ministros (podemitas) del gabinete han llegado a llamar a Núñez Feijóo fascista por no cumplir el mandato constitucional y renovar los órganos judiciales de una vez, tal vez esperaban que Reynders le cantara la Marsellesa al líder del PP y después, en una conferencia de prensa, avanzara que pensaba denunciarlo en el Tribunal de la Haya. Pero no ocurrió tal cosa. Y todavía peor: el comisario, en unas declaraciones tan medidas y recortadas como un seto del centro de Lieja propuso que, en efecto, se modificara la legislación vigente de manera que todos los miembros del Consejo General del Poder Judicial fueran elegidos -bajo ciertas condiciones de idoneidad, por supuesto- por los jueces españoles. Exactamente lo que ha solicitado el Partido Popular. El malestar del Gobierno español ha llegado entonces al máximo. ¿Por qué acercarse desde Bruselas si no es para dejar claro que la parálisis es responsabilidad exclusiva de la cavernícola derecha española?

Es un error, por supuesto. El comisario de Justicia es un caballero aburrido, afable y solo parcialmente eficaz, pero en su comparecencia dejó claro que el problema de la justicia española es más amplio e incluye la política judicial del actual gobierno español. Que básicamente ha consistido en las reformas y enmiendas de una infinita chapucería a la Ley Orgánica del Poder Judicial que Pedro Sánchez ha podido aprobar gracias a sus socios parlamentarios -en su mayoría independentistas catalanes y vascos- y muy especialmente la reforma sobre las atribuciones del Consejo General del Poder Judicial del pasado 29 de marzo, que impedía al gobierno de los jueces nombrar a altos cargos de la judicatura «cuando su mandato haya expirado». Para Reynders -y habla en nombre de la Comisión - los jueces deberían elegir a los vocales del CGPJ y entonces escampará definitivamente. Pero el gobierno de Pedro Sánchez no opina lo mismo. Sus coaligados en el Ejecutivo opinan que los jueces son muy conservadores, cuando no fachafrancopantanos, y que si eligen a los vocales, de ahí sale el Consejo Nacional del Movimiento y detienen a la mitad de las Cortes. El PP, ciertamente, no cumplió con su responsabilidad constitucional en los últimos años, pero el Gobierno y las fuerzas que lo sostienen cuestionan a diario -veáse la reacción ante las sentencias condenatoria de Manuel Chávez y José Antonio Griñán- la independencia misma del poder judicial. Y Reynders, con su sonrisa de querubín con gafas y papada, lo ha entendido perfectamente.

El comisario de Justicia Didier Reynders en la reunión semanal en el Parlamento Europeo, en Estrasburgo.

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