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Pilar Garcés

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Isabel Preysler: la madre de Tamara, la 'despechá'

Isabel Preysler, a su llegada a la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias, en 2018. J.L. CEREIJIDO/EFE

Hay que agradecer a Tamara Falcó que haya quitado el foco informativo a Putin, a la inflación, al huracán Ian y demás desgracias que nos atenazan. El país ha seguido con el alma en vilo el fatal desenlace del compromiso matrimonial de la ganadora de MasterChef Celebrity 4, que duró 48 horas escasas al evidenciarse la infidelidad del novio. La traición no entiende de clases sociales, aunque últimamente se ceba con las altas para entretenimiento general. La marquesa de Griñón no quiso esperar a ver las fotos de su novio con otra en la portada de un revista como sufrió Cristina de Borbón, y se rindió a la primera evidencia palmaria del engaño. «Mamá me dijo que había más vídeos». Así relataba la joven malquerida, que se aferraba a un hilo de esperanza sobre lealtad de su amado, el jarro de agua fría que la llevó a devolver el anillo de 14.000 euros que había lucido en las redes sociales, en todas las portadas de prensa digital y en la televisión. Mamá al teléfono. Mamá es Isabel Preysler, y hay quien la imagina elegante en su traje de noche en la recepción del embajador, mirando sonriente la cabeza del infausto Íñigo Onieva en la bandeja donde antes descansaba la dorada pirámide de bombones Ferrero Rocher.

A la reina del corazón en los siglos XX y XXI, madre de famosos y por lo visto, rompedora de cadenas, nunca le gustó el empresario que conquistó a su cuarta hija, y prefiere sin duda al tenista Fernando Verdasco que se casó con la quinta. Por eso mandó investigarlo e hizo difundir las pruebas irrefutables que lo mostraban besando a otra en el festival ‘Burning Man’ en el desierto de Nevada. Esta es la teoría que sostienen algunos comentaristas del papel couché, tan peregrina que arrancó una sonrisa a Tamara cuando reapareció en un evento tras el fin de semana horribilis de su cornamenta. Fuera la progenitora marcándose un Villarejo rosa, o un amigo del taimado, o alguien que pasaba por allí, lo cierto es que Preysler presionó a Tamara para que obligara a su novio a desmentirlo todo y así horas después quedó como un embustero irrecuperable. Si de algo sabe la incombustible celebridad nacida en Manila es del manejo de los tiempos y de la propia imagen. El día elegido por su niña para hacer público su compromiso, la madre acudía al cumpleaños de Ira de Fustemberg con semblante serio, mucho más allá del rictus impenetrable oriental que suele lucir. Ni había buenas noticias, ni era un gran día para la familia.

Contestando un cuestionario personal, Tamara Falcó señalaba que a sus 40 años tenía planes de boda cuando a esa misma edad su madre ya se había casado tres veces y parido cinco hijos. A los veinte se unió a Julio Iglesias, de quien se separó harta de sus ausencias e infidelidades. A los treinta contrajo matrimonio con Carlos Falcó, marqués de Griñón. No mucho después conoció al ministro socialista Miguel Boyer, de quien se enamoró locamente y a quien dio el sí por lo civil. Ambos vivieron felices en el casoplón de Puerta del Hierro de los famosos trece cuartos de baño en el que se refugió Tamara la despechá de sus cuitas, hasta el fallecimiento del político. También sigue siendo el domicilio de Preysler con su actual pareja, el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, marqués de Vargas Llosa, que por suerte se ha perdido el culebrón de la hija de su novia que le habría dado para la segunda parte de Tiempos recios. Todos los hitos de su biografía han sido profusamente documentados en exclusivas en las revistas que, año tras año, nombraban a Isabel Preysler la mujer mejor vestida de España. Una suegra de altura.

Íñigo Onieva, ayer brillante empresario, hoy enemigo público número uno, pidió perdón contrito «a Tamara y a su familia», aunque tal vez quiso decir «a su familia y a Tamara». Es de suponer que el galán de festivales no apuntaba a Enrique Iglesias, estrella de la música, ni a su padre Julio, ni a la discreta Ana Boyer, que corrió a consolar a su hermana tras el fiasco. Alguien teme a Isabel Preysler, prologuista del libro Un divorcio elegante o cómo desenamorarse con estilo, de su amiga la magistrada Purificación Pujol. Su máxima, sigue con tu vida y no te escondas que el tiempo lo cura todo, la ha seguido su hija Tamara a rajatabla, logrando que la crisis dure lo mínimo, un nanosegundo en el metaverso. La gran víctima se ha rehecho en tiempo récord para volar a un congreso de lobbies ultracatólicos en México, le sobran genes resilientes y pecados que perdonar. «A Tamara no le hace falta casarse», había vaticinado cuando hace casi un año su niña cumplió cuatro décadas la mujer que inspiró Hey. Tú nunca me has querido ya lo ves.

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