En los últimos años, con el ascenso global de los partidos populistas de extrema derecha, las conquistas en materia de derechos civiles, sexuales y reproductivos de las mujeres y las personas LGTBIQ (el derecho al aborto, la educación sexual, el matrimonio igualitario, las leyes relacionadas con la violencia de género, los derechos de las personas trans y no binarias, etc.) han sido fuertemente atacadas por un movimiento global antigénero cada vez más influyente y organizado. Resultado de ello son las campañas que a lo largo de las últimas décadas se han ido extendiendo por todo el mundo contra la llamada "ideología de género", el "lobby trans" y las políticas de igualdad. Hay que reconocer que la extrema derecha ha logrado movilizar retórica y discursivamente la palabra "género", apoderándose de ella y resignificándola como algo negativo y opuesto a los intereses del pueblo al que dice representar.

Al mismo tiempo, y en paralelo a este fenómeno, asistimos a un proceso de feminización de los liderazgos y las candidaturas electorales de la extrema derecha: Marie Le Pen en Francia, Frauke Petry en Alemania, Beata Szydlo en Polonia, Siv Jensen en Noruega, Rocío Monasterio en España y Giorgia Meloni en Italia. No obstante, más allá de las apariencias, la feminización de las filas de la extrema derecha no ha supuesto ningún cambio real en las ideas misóginas y LGTBIfóbicas defendidas por la ultraderecha, tal y como muestran sus posiciones y discursos.

La victoria electoral de Meloni en Italia es una mala noticia para la democracia y una pésima noticia para las mujeres y las comunidades LGTBIQ. En varios de sus discursos e intervenciones públicas, Meloni ha exaltado la visión patriarcal de la mujer y se ha calificado a sí misma como madre, italiana y cristiana, asumiendo una visión esencialista de los roles e identidades de género. En un mitin de Vox en Marbella en el que la política intervino como figura invitada, Meloni cargó contra el colectivo LGTBIQ y se pronunció en defensa de la "familia natural" (católica, unida en santo matrimonio, monogámica y heterosexual). Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol.

Sin embargo, una de las estrategias más peligrosas, y ante la que conviene tener los ojos bien abiertos, es la apropiación torticera de la retórica feminista por parte de los partidos populistas de derecha y de extrema derecha para propagar su ideario racista y xenófobo. Partidos como la Liga Norte en Italia, el Partido por la Libertad en los Países Bajos y Agrupación Nacional en Francia han mostrado su "preocupación" por las mujeres musulmanas, retratadas como víctimas pasivas y oprimidas a rescatar, al tiempo que estigmatizan a los inmigrantes musulmanes como el peor enemigo de las mujeres. Una estrategia de confrontación similar a la del polémico cartel de Vox en la Comunidad de Madrid sobre el coste de los menas en comparación con el de las pensiones de jubilación. Además, estas masculinidades no blancas se presentan como una amenaza tanto para la seguridad y el bienestar nacional como para el modo de vida occidental (la democracia liberal, la separación Iglesia-Estado, la libertad de expresión, etc.)

Hermanos de Italia no es ninguna excepción. A finales de agosto, su líder compartió en su cuenta de Twitter un vídeo de una mujer ucraniana que estaba siendo violada en una calle de Piacenza por un solicitante de asilo de Guinea. Meloni escribió: "No se puede permanecer en silencio ante este atroz episodio de violencia sexual contra una mujer ucraniana perpetrado durante el día en Piacenza por un solicitante de asilo. Un abrazo a esta mujer. Haré todo lo posible para restaurar la seguridad en nuestras ciudades". Se trata de un relato interesado en recrear el estereotipo del migrante delincuente y en aprovechar con fines políticos la explotación de cuestiones como la inseguridad y la violación de las mujeres con motivaciones racistas y xenófobas. Sabemos por las estadísticas que, cuando se trata de delitos violentos cometidos contra las mujeres, el agresor suele ser una persona cercana a la víctima (un familiar, un vecino, un amigo, una pareja o expareja). La socióloga Sara Farris se refiere precisamente a este fenómeno con el nombre de "feminacionalismo".

El feminacionalismo no deja de ser un discurso de odio antifeminista camuflado bajo la envoltura jurídica del lenguaje de los derechos de las mujeres para reforzar el statu quo racista, patriarcal y heteronormativo. Enfrentarlo requiere, entre otras cosas, luchar contra los estereotipos islamófobos de los hombres y las mujeres musulmanas, impugnar el discurso excluyente del "nosotros" frente al "ellos", escuchar las voces del feminismo islámico y reactivar la movilización popular feminista surgida en los últimos años en respuesta a las campañas antigénero, como las Marchas Negras en Polonia a favor del aborto, el movimiento Ni Una Menos en Argentina y la Marcha de las Mujeres en Estados Unidos (donde se ha derogado el derecho constitucional al aborto y en estados como Florida rige la ley educativa No digas gay, que prohíbe al profesorado hablar de orientación e identidad sexual en las escuelas primarias). Mientras el partido de Meloni alimenta su discurso de odio machista y orientalista, en Irán las mujeres se cortan el cabello y queman sus hiyabs en señal de lucha contra la injusticia patriarcal que acabó con la vida de Mahsa Amini. Me quedo, sin duda, con la sororidad feminista de estas últimas frente a la rancia hermandad patriarcal de Meloni y sus acólitos.