En la última reunión de coordinación a la que nos convocó el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, se produjo un hecho llamativo, pero ni mucho menos insignificante. Tras exponer un problema de cierto calado que afectaba a su territorio, el representante de una Comunidad Autónoma terminó su alegato diciendo algo parecido a que el Ministerio de Agricultura era el único en el que encontraban apoyo y comprensión frente al resto. Les aseguro que consiguió la empatía de todos. En esta sociedad de cultura urbana post industrial dominante, los que nos dedicamos a trabajar con el sector primario nos sentimos en demasiadas ocasiones como los últimos indios de una reserva. Les tranquilizaré diciendo que esto no es solo propio de Balears. Es un sentimiento común en Castilla y León, Castilla La Mancha, Cantabria o País Vasco, por poner ejemplos de lugares donde he trabajado.

El sentimiento expresado por la boca del representante de aquella Comunidad Autónoma se reproduce desde la sociedad agraria o rural hacia las Consejerías competentes. De esta manera, agricultores, agricultoras, ganaderos o emprendedoras del medio rural, cada vez que tienen un problema, sea cual fuere, acaban acudiendo a las puertas de las Consejerías de Agricultura buscando amparo, mediación, apoyo, o a veces una simple explicación de las normas de otros. Les aseguro que no exagero. Lo cierto es que buena parte de las personas que nos dedicamos a esto acabamos asumiendo esta bandera soterrada de defensa de la payesía. A pesar de la épica que encierra el asunto, creo que sería más positivo que desapareciera este complejo de indio siux que tenemos y que ejercemos.

Un paso en la buena dirección es que la administración agraria supere la posición de trinchera frente al resto de administraciones. El hecho de contar en esta legislatura una Consellería de Agricultura, Pesca y Alimentación constituye un paso significativo que no creo que ningún partido revierta en la legislatura siguiente. Tener un asiento en el Consell de Govern y relacionarnos desde nuestras propias claves y prioridades con el resto de áreas del gobierno autonómico es importante. Que el resto de administraciones territoriales identifiquen una Consellería de Agricultura, es importante. Pero no basta solo con estar, hay que estar con agenda política propia y con estrategia de futuro. Por último, sin duda es necesario seducir y atraer al resto de las Consellerías e instituciones hacia la visión de la realidad que encarna la administración agraria. Creo sinceramente que también en todo esto se han dado pasos importantes en esta legislatura.

Hay un segundo y tercer paso imprescindible. No todo lo que pasa en el sector primario le compete a la Consellería de Agricultura, Pesca y Alimentación. No todo lo que pasa en la Part Forana es Desarrollo Rural. Si un cerdo muere atropellado una noche porque se ha escapado de su granja y acaba a las puertas de un chalet, esto le corresponde a mantenimiento de carreteras o a la policía local del municipio. El funcionario de ganadería que cogió el teléfono puede ayudar a localizar al payés para que vaya a por el animal, pero hasta ahí. En un tema tan absolutamente demencial como es el de los ataques de perros al ganado, la Consellería de Agricultura nos implicamos hasta el final en todo lo que podemos, pero sin dudarlo la responsabilidad directa es de los dueños de los perros y la vigilancia y sanción recae en los ayuntamientos. Si un matadero no funciona adecuadamente, nos implicaremos de nuevo, pero es el titular quien debe actuar, y así con tantas y tantas cosas.

Estoy seguro que Agricultura siempre estará y tratará siempre de asumir un papel de facilitación en la búsqueda de las soluciones más acordes con la realidad de la payesía, pero el papel debe de cambiar. Quizás solo quede poner en marcha una «Oficina de Atención e Información a las Demandas del Payes» dentro de la Consellería de Agricultura, y que de aquí se derive a cada cual lo suyo.