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Pedro Coll

No están maduras…

Gallo ya ‘armado’, listo para pelear a vida o muerte, realismo mágico. De la serie ‘Gallos de combate´, Ponce, Puerto Rico (2006). ©Pedro Coll

No voy a decir tu nombre, pero si me lees, y espero que lo hagas, sabrás que me dirijo a ti. Lo hago en nombre mío y de otros muchos que también apuestan por la universalidad del lenguaje fotográfico y por el respeto. Y en mi discurso me ampara una trayectoria larga y demostrable.

Dices, en estas declaraciones que me han llegado, publicadas en algún medio digital, que abandonaste tu interés por el ‘foto-periodismo’ (supongo que te refieres a la fotografía narrativa, esa que los ‘contemporáneos’ disfrutáis llamando ‘clásica’ y rebajáis a ‘meramente documental’). Dices que lo consideras un ‘lenguaje constreñido a nivel expresivo’, que se quedó en el siglo pasado. Añades que «te aburre», que «conoces bien este lenguaje (el ‘foto-periodístico’)», que «lo sabes hacer» (¿podríamos ver algo?), pero que «ya no te interesa». No es la primera vez que llega a nuestros oídos este tipo de andanada ‘perdonavidas’. Los ‘contemporáneos’ (permíteme que os etiquete así) lleváis tiempo con este mantra; esa obsesión que tenéis por matar al padre se os está convirtiendo en tema de diván.

¿Imagináis a Agustín Fernández Mallo diciendo que la manera de expresarse de escritores como Juan Marsé, Almudena Grandes, Eduardo Mendoza… se quedó en el siglo pasado, que ha sido superado, que hoy aburre? ¿Qué pensar entonces de Cela, o de García Márquez? ¿Te aburriría leer Ana Karenina? Como referencia cito también a actuales fotógrafos narrativos, mayores y jóvenes, sólo una pincelada: ¿Es anticuada la visualización de lo urbano de Daido Moriyama, joven octogenario que lleva toda la vida expresándose con intensidad extrema? ¿O la de Matt Black’? (buscad su discurso en Un American Dream). ¿O la del danés Jacob Auen Sobol? ¿Practican un lenguaje constreñido? ¿Aburren?

Desde esa atalaya de docente, sometido a tus horarios y obligaciones laborales, ninguneas de un plumazo el trabajo de fotógrafos de raza que andan sumergidos en experiencias intensas, concentrados en líneas narrativas con intención. Si les preguntáramos a ellos sobre este dilema freudiano y bizantino que padecéis los ‘contemporáneos’ se encogerían de hombros y volverían a lo suyo. No es bonito perderle el respeto a alguien, pero es arriesgado perdérselo a un colectivo tan comprometido y vocacional que se dedica a trazar, de manera subjetiva y personal, el vasto relato visual del ser humano. Eso no es documentalismo. Documentar es describir con fidelidad lo que ocurre y convertir esta información en documento para la hemeroteca y la historia. Los medios de comunicación son claro ejemplo, en sus contenidos distinguen bien entre información y opinión. Los fotógrafos contadores de historias no pretenden informar, ellos opinan, interpretan, recrean... n-a-r-r-a-n.

Aquel lenguaje, que nació en Francia (Josep-Nicéphore Niépce, 1826), durante casi dos siglos ha ido evolucionando. En su vertiente creativa (la fotografía tiene múltiples vertientes) acabó bifurcándose en dos líneas con objetivos diferentes, ambas con igual trascendencia social y cultural. Como docente deberías explicar las diferencias entre la fotografía narrativa y la artística, la paralela trascendencia y alcance expresivos de ambas, jamás enfrentarlas, jamás minimizar una para ensalzar la otra… y así mirarte el ombligo.

Estamos echando de menos la clarividencia de una Susan Sontag.

A mi, lo que me aburre es la vacuidad disfrazada de mensaje. Las imágenes anémicas y mediocres que necesitan ampararse en discursos sólo con apariencia de discurso. Me aburren los fáciles lugares comunes que se repiten en muchos ‘artistas-fotógrafos-contemporáneos’.

Como docente también tendrías que tener claro que no hay lenguajes constreñidos, es la impericia en su uso que los hace constreñidos. Que las tendencias suelen ser el recurso de los inseguros. Y que el tiempo, no esos talibanes que siempre existen, tiene siempre la última palabra.

Si intentas ser competitivo en salto de pértiga, y acabas comprobando que no tienes aptitudes suficientes, pero descubres que puedes ser un buen entrenador de esta disciplina, entonces dedícate a entrenar y deja la pértiga para los fines de semana o las vacaciones… pero no menosprecies al que sí lo logró, porque se te verá el plumero. Esopo, todo un ‘clásico/contemporáneo’, como son los intemporales fotógrafos que habéis decidido que os aburren, lo clavó con lo de la zorra y las uvas.

Hace mucho tiempo, en mi primer viaje al otro lado del Atlántico, me topé con estas palabras esculpidas en los mármoles del Museo Nacional de Antropología, en México DF: «Ten cuidado con las cosas de la tierra, haz algo, corta leña, planta nopales, planta magueyes. Tendrás qué beber, tendrás qué vestir, con esto estarás en pie, serás verdadero, con esto andarás, con esto se hablará de ti, se te alabará, con esto te darás a conocer».

Si en otra vida tuviera la oportunidad de ejercer el trascendente oficio de docente, estas serían las primeras palabras que dirigiría a mis alumnos.

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