La valoración de la temporada como «memorable» por parte del empresario Gabriel Escarrer ha causado malestar entre los hoteleros por considerar que peca de «triunfalismo» y que puede elevar el tono de las reivindicaciones laborales en la negociación del próximo convenio. En esta disputa, el conseller del ramo, Iago Negueruela, se ha puesto de lado del Ceo de Meliá y exige «honestidad» para afrontar este nuevo tiempo económico, marcado por la inflación y la persistencia de la incertidumbre. Como siempre, el negocio va por barrios, y no es comparable la situación de grupos altamente internacionalizados que tienen en Mallorca una pequeña parte de su actividad con la de pequeñas empresas que sólo operan aquí. Es verdad que la subida de costes por la inflación y la crisis energética han hecho mella en la rentabilidad en general, pero no es menos cierto que ésta se ha visto también apuntalada en Balears por una subida de los precios hoteleros del 32,5% respecto al año anterior, según datos del INE. Son márgenes muy alejados de la evolución de las retribuciones, que, no obstante, han progresado por encima de la media estatal, tras la notable mejora del último acuerdo, que en nada ha sido tenida en cuenta por el Gobierno social de Pedro Sánchez al conveniar el precario programa del Imserso.

Los sindicatos reclaman subidas salariales que compensen la pérdida de poder adquisitivo por la galopante subida de precios y poder así cubrir las necesidades básicas de los hogares: pagar la hipoteca, el alquiler o la energía, comer y cubrir los gastos de la vuelta al cole. Vivir con un mínimo de dignidad. Si no sale a cuenta, no se trabaja, como se ha evidenciado esta temporada marcada por las dificultades para completar plantillas. Las empresas alegan por su parte que también sufren el aumento de costes y manifiestan gran preocupación por el devenir económico en un escenario volátil y cargado de incertidumbres para tratar de satisfacer con el mínimo esa justa reclamación de mejora de los salarios, de forma que no lastre posibles adversidades futuras. Se sigue con gran inquietud la crisis que atraviesan los principales mercados emisores, Alemania y Gran Bretaña. Tampoco es justo que recaiga en unos sectores productivos toda la presión del recalentamiento y la especulación de otros.

El momento exige gran responsabilidad por parte de todos, ni excederse en las reclamaciones ni pecar de avaricia y pesimismo preventivo. Los indicadores, hoy por hoy y en el corto plazo, muestran una desaceleración del crecimiento mundial, no una recesión. El espíritu de la pandemia que supo aunar una acción conjunta y pactada de la Administración y los agentes sociales en un tiempo de máxima adversidad debería guiar la búsqueda de nuevos consensos que garanticen la estabilidad social. Todas las partes deben hacer renuncias en sus aspiraciones en aras del interés general.