No se puede hacer tortilla sin romper huevos y algunos lo han dejado a las claras, al menos eso parece tras escuchar las reacciones de opinadores preocupados por si disminuyen las ganancias de algunas distribuidoras. Es momento de una pausa y hacer lo que recomendamos a los consumidores para que no compren de forma compulsiva, en este caso titulares de prensa, y sean conscientes de que todos expresamos lícitas opiniones de parte.

Empecemos con la inflación que en estos últimos meses se ha disparado en los productos básicos.

Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), los alimentos y las bebidas no alcohólicas se encarecieron en agosto un 13,8 %.

La leche registró el mayor incremento de precio, del 25,6% interanual, seguida por los aceites y las grasas (24%), los huevos (22,4%) y la carne de ave (17,6%). El pescado fresco se incrementó un 9,7% y el congelado, un 10,8 %; la fruta fresca, un 12,1% y las legumbres y hortalizas frescas, un 14,8%.

Si a estas alzas de precios le sumamos el incremento de un 47,2% de la factura energética, la situación se revela como muy complicada y en palabras de la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz: «la mayor preocupación que hoy tienen las familias»

Ante esta situación de crisis continuada existen dos formas políticas de actuar:

  • La del Gobierno del PP que a los ciudadanos españoles les costó 60.600 millones de ayudas a la banca sin retorno y que miles de personas perdieran su vivienda por proteger a las entidades por delante de los intereses de la gente. También una hemorragia de despidos y que los asalariados de hoy perciban ingresos iguales o inferiores a los de hace 15 años.
  • La del actual Gobierno de coalición que ha optado por salvar a las familias y empresas con ayudas que hasta el 31 de diciembre sumarán 30.000 millones de euros, 10.000 millones en rebajas fiscales. Respecto al mercado de trabajo, gracias a la reforma laboral, en algunos territorios como las Islas Baleares la situación es de pleno empleo técnico, eso sí con salarios bajos.

Si el Gobierno sigue en la senda de acompañamiento para que nadie se quede en la cuneta y que todos seamos solidarios, especialmente, aquellos que están teniendo beneficios extraordinarios (recordemos que en las guerras unos ponen el sacrificio y otros salen beneficiados) éstos deben arrimar el hombro y depositar algunos huevos en la cesta de la compra.

El mejor acuerdo es el de la aceptación voluntaria del esfuerzo, cuándo éste no se dé siempre queda el recurso de aplicar la Ley de Ordenación del Comercio Minorista en su artículo 13: «El Gobierno del Estado, previa audiencia de los sectores afectados, podrá fijar los precios o los márgenes de comercialización de determinados productos, así como someter sus modificaciones a control o a previa autorización administrativa».

Parece que algunos de los que critican la posibilidad de regular precios no sean habituales del ‘carrito de la compra’. Es preciso recordar que las marcas blancas hace mucho que existen y tienen bastante éxito entre las capas más desfavorecidas de la sociedad y que la mayoría de los productos básicos, con la entrada de las grandes cadenas en el mercado español, se compran en supermercados de éstas distribuidoras. Que, salvo excepciones, el pequeño comercio de las áreas metropolitanas se mantiene entre aquellos que se han reconvertido y ofrecen productos complementarios a los básicos de las grandes marcas distribuidoras. También, en las ciudades, gracias al esfuerzo mayoritario de familias de origen extracomunitario se mantienen comercios abiertos de compras de ‘lo que me he olvidado o último recurso’. Poco que ver con la imagen del colmado de comestibles de antaño que, aunque nos guste recordar solo es eso, un recuerdo.

Intervenir en momentos de necesidad es lo que define a un Gobierno de progreso de otro que con su inacción deja que sea el mercado darwinista el que ponga a cada uno en su sitio: unos pagando los platos rotos y otros para recoger la cesta de los huevos de oro.