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Luis M. Alonso

Sol y sombra

Luis M. Alonso

Alarmas

En las cuestiones que afectan al interés general los primeros derrotados suelen ser los que aceptan sin más el juego de vencedores y vencidos que con frecuencia se arrogan los políticos y sus terminales de comunicación para resolver sus cuitas. Con el diálogo de besugos del bipartidismo los únicos que pierden son los ciudadanos que buscan soluciones a sus problemas y acaban por tener que conformarse con las aburridas escaramuzas dialécticas fruto de la polarización sectaria. En ese campo de Agramante se puede decir que vale todo e impera la confusión.

La mejor manera de no explicarse bien es no entenderse a uno mismo como es debido. Un ejemplo que tendrán todavía fresco: el que gobierna le reprocha insistentemente al aspirante a gobernar su obsesión por alarmar a los españoles ante un supuesto apocalipsis energético, mientras él mismo es el primero en recalcar que ante la incertidumbre de la guerra debemos prepararnos para lo peor. ¿En qué quedamos, entonces? ¿Debemos prepararnos para lo peor desterrando de nuestras vidas la inquietud? ¿O es que la inquietud es solo patrimonio de quién la administra como le conviene y de nadie más?

Las expectativas lúgubres no son fruto exclusivamente de quienes las alientan. Se encuentran todos los días en la galopante inflación, la factura energética y el encarecimiento de la cesta en la compra. La «clase media trabajadora», que ahora invoca como un recurrente mantra el presidente del Gobierno, no ha dejado por un momento de empobrecerse. Que eso esté sucediendo no es algo que haya que alentar, se trata de un tangible, de una realidad cuya causa se puede buscar en la pandemia, primero, en la guerra de Ucrania, después, pero también en otros factores que no son precisamente exógenos y que tienen que ver con la planificación interna. De hecho, en un contexto igual para todos, Europa recorta cada vez que tiene oportunidad de hacerlo la previsión de crecimiento económico español. Quizás no haga falta alarmarse mientras nos preparamos para lo peor.

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