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Antonio Papell

El oscuro porvenir de Ciudadanos

El desarrollo de Ciudadanos solo puede entenderse si se parte de la creación de un grupo organizado de intelectuales en Cataluña que se habían sentido frustrados por Maragall y su tripartito a partir de 2003. Después de más de dos décadas del virreinato Pujol, Maragall no había generado, a su entender, el cambio de rumbo que parecía adecuado tras el desplazamiento del nacionalismo conservador que había imperado durante más de una generación. Ciutadans de Catalunya fue una plataforma cívica y cultural antinacionalista formada en buena parte por gentes cercanas al PSC y liberales.

Aquel grupo de la burguesía progresista y españolista catalana publicó en 2005 y 2006 manifiestos proclives a la formación de un nuevo partido político centrista y transversal basado en los siguientes principios: ciudadanía, libertad e igualdad, laicismo, bilingüismo y constitución. En julio de 2006 se celebró el congreso constituyente de un nuevo partido llamado ‘Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía’, y Albert Rivera fue elegido presidente; en aquel congreso se reconoció la doble filiación socialdemócrata y liberal. Aquella formación política obtuvo tres escaños en las autonómicas catalanas de 2006, los mismos que en 2009; en 2012, ya consiguió 9 escaños con el 7,5% de los votos. Tras aquel ascenso, el partido emprendió una expansión nacional: obtendría dos eurodiputados en las europeas de 2014, 25 diputados en las catalanas de 2015 y 40 escaños al congreso en las elecciones generales de 2015. En 2017 ganaba las elecciones catalanas con 35 escaños (aunque la coalición nacionalista le impidió gobernar) y en las generales de abril de 2019 alcanzó 57 diputados, convirtiéndose en la tercera fuerza estatal.

Ciudadanos tuvo la suerte de cara porque la coyuntura socioeconómica y política le fue favorable hasta la comisión del gran error que le ha costado su desaparición como partido significativo. En Cataluña, su aparición coincidió con el recalentamiento del catalanismo, exacerbado por la segunda legislatura de Aznar (2000-2004) y por la actitud destructiva y marrullera del PP cuando se reformó el Estatuto de Autonomía. Y cuando decidió dar el paso para intentar adquirir entidad estatal, estaba en plena pujanza la gran crisis 2008-2014 que había desacreditado a los grandes partidos estatales del bipartidismo imperfecto. PP y PSOE habían sido incapaces de identificar y combatir la burbuja inmobiliaria y, más adelante, no supieron prever la crisis, ni detectarla a tiempo, ni pelear en Europa unas ayudas como las que se obtuvieron en la crisis siguiente (la gran pandemia), ni gestionar la recuperación, que llegó tarde, muy desequilibrada y con la sociedad cargada de indignación. Por eso en las elecciones de 2015, tanto el PP como el PSOE obtuvieron resultados pésimos, en tanto Ciudadanos y Podemos (40 y 69 escaños respectivamente) adquirían el control del parlamento (el PP y el PSOE tenían 123 y 90 diputados respectivamente).

Sánchez y Rivera, que firmaron un acuerdo de 200 puntos, hubieran podido formar gobierno con la abstención de Podemos, pero Pablo Iglesias prefirió que siguiera gobernando Rajoy y repetir elecciones. Estas tuvieron lugar en 2016, y Rajoy consiguió ser investido gracias a la ruptura del PSOE, en cuyo seno se dio un golpe de mano contra Sánchez. Repuesto este al frente del PSOE, ganó sin ser diputado una moción de censura contra Rajoy a principios de junio de 2018. En las elecciones de abril de 2019, anticipadas por Sánchez después de no poder sacar adelante los presupuestos, el PSOE y Cs hubieran podido gobernar holgadamente con 180 escaños entre ambos, pero Rivera, ya convertido al neoliberalismo radical, había cambiado de objetivos: quería encabezar la derecha y sobreponerse al PP. Sus electores quedaron perplejos y desertaron. Ha sido el mayor error de cálculo político que alguien ha cometido en toda la etapa democrática. A consecuencia de tal equivocación, hubo que repetir elecciones y Ciudadanos cayó de 57 escaños a 10. Rivera tuvo que retirarse de la política, la desbandada fue general y Cs ha perdido luego 11 de sus 12 escaños en las autonómicas de CyL y los 21 que tenia en las andaluzas.

Ahora hay movimientos para la reconstrucción de Cs, con y sin Arrimadas, una profesional política sin hechuras ideológicas y de bajo nivel. Más valdría que estos nostálgicos desistieran de una tarea que es a todas luces imposible.

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