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Antonio Papell

Optimismo/pesimismo sobre la recesión

Es poco discutible que, utilizando el lenguaje económico al uso, los Estados Unidos están en recesión técnica. El producto Interior Bruto del país descendió un 0,9 % entre abril y junio con relación al trimestre anterior, según la Oficina de Análisis Económico, y asimismo el segundo trimestre decayó un 0,2% con respecto al primero. A eso se le llama recesión, aunque la administración Biden esté en contra del término y sostenga con fuertes argumentos que la descripción de la situación económica no se parece a las recesiones clásicas. Algunos indicadores, como la caída de los inventarios, describen una economía que no se corresponde con otros mucho más optimistas. «Cuando miras a la economía, la creación de empleo continúa y las finanzas de los hogares se mantienen sólidas», ha apuntado Janet Yellen, la secretaria del Tesoro. En efecto, el informe de Empleo de la Oficina de Estadísticas Laborales de EEUU ha sido en julio mucho más sólido que lo esperado.

Po eso, Yellen ha dicho que «deberíamos evitar una batalla semántica», y ha recordado al mismo tiempo que la autoridad para definir una recesión es la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas, NBER, que se pronunciará en los próximos días. En cualquier caso, este organismo ya ha explicado reiteradamente que la recesión «implica una disminución significativa en la actividad económica que se extiende por toda la economía y dura más de unos pocos meses» y aborda tres criterios, «la profundidad, la difusión y la duración» de esa caída económica.

Hay una mayoría de analistas americanos que piensa que los contratiempos económicos, alta inflación y estancamiento del crecimiento pero sin destrucción de empleo ni cierre de empresas no son propiamente una recesión, ni por lo tanto hay que prevenir una situación tan siniestra. Por ello, Europa en general, y nuestro país en particular, ha de estar alerta para actuar con tino. En el caso de los Bancos Centrales, debería detenerse la tendencia a la subida de tipos, que en lugar de frenar la inflación sí podrían paralizar la actividad.

Sobre este particular acaba de publicar un incisivo artículo Jim O’Neill, exministro del Tesoro del Reino Unido, en el que plantea varias objeciones al pesimismo que se ha extendido espontáneamente en las últimas semanas, de forma un tanto sorpresiva. En primer lugar, O’Neill recuerda que hasta ahora todas las «recesiones» han irrumpido súbitamente, sin anuncios previos, sin una larga secuencia de premoniciones que las anunciase, y en la coyuntura actual, hasta algún Banco Central, como el Banco de Inglaterra, pronostica abiertamente una recesión para finales de año. La pregunta es obvia: ¿ha mejorado súbitamente la capacidad de previsión de las instituciones económicas, que ahora son capaces de anunciar las recesiones a medio/largo plazo?

En segundo lugar, O’Neill argumenta que no todos los indicadores de mediano y largo plazo apuntan a una inflación más alta y sostenida. El índice de expectativas de inflación a cinco años de la Universidad de Michigan ha subido durante unos días por encima del 3% pero enseguida ha vuelto a caer al 2,9%, lo que indica que considera que el alza de este año es temporal.

En tercer lugar, está siendo notorio que si bien algunos productos básicos han subido de precio desde hace un año, también han bajado en las últimas semanas. El caso más evidente es el de los combustibles, y ese descenso estaba en las previsiones de los bancos centrales en los últimos dos años. Bancos que, pese a todo, siguen pensando que el pico de la inflación de 2022 ha pasado y que el promedio de año será notablemente inferior a él.

Finalmente, recuerda O’Neill que antes de la guerra de Ucrania, todos los banqueros centrales mantuvieron que la inflación era transitoria porque se debía a problemas temporales de la oferta y/o de la demanda. El cambio de opinión parece vinculado a la guerra de Ucrania, aunque todo indica que los problemas de oferta, sobre todo energéticos, se están resolviendo y no serán determinantes de un crash. Por eso, no tiene mucho sentido que pasemos de aquel optimismo a este pesimismo sin razones sólidas que lo justifiquen. Después de todo, la psicología y el estado de ánimo juegan un papel vital en economía.

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