Los usuarios de los pocos y deficientes parques caninos del municipio de Palma llevábamos años esperando que por fin se pudiera aperturar el parque, en el cual se asentaba el viejo Canódromo. Cuál ha sido la sorpresa y a la vez estupefacción, que cuando salió la noticia en los medios de que estaba ya abierto, esperábamos un parque limpio, adecentado y con una buena presentación a la ciudadanía. Lo cierto es que es una auténtica vergüenza para los ciudadanos el que se pueda abrir un parque en las condiciones que se ha abierto este.

Este parque parece ser que ha sido abierto al público de manera precipitada ante la perspectiva de que nuevamente se retrasara tal inauguración por las causas que los señores políticos quieran aducir (en todo caso incomprensibles). Al visitar el parque, no di crédito a lo que me encontré: la vegetación brilla por su ausencia al estar todo seco y abatido sobre la tierra; el anillo que forma la antigua pista de los galgos se encuentra en un estado lamentable al estar el material que tendría que ser el firme de la misma totalmente degradado; por lo que respecta a la zona infantil, está rodeada por todos los sitios por vegetación seca que en algunos lugares dificulta el paso de los niños a los aparatos. Lo que me llamó poderosamente la atención es que el murete que delimita el parque con el cauce del torrente de Sa Riera es sumamente peligroso, por presentar una escasa altura, al facilitar o permitir las piedras o piezas de marés que sirven de apuntalamiento, el que cualquier menor pueda escalar por las mismas hasta la parte superior, con el consiguiente peligro para los niños que teóricamente pueden circular por el lugar. Lo que debe ser una fuente, en un parque público, es una pieza de lavabo de aseo doméstico con un grifo, que no se podía tener peor gusto, presentando piezas de metal oxidado en su interior.

Tras lo expuesto, no llego a comprender, cómo aunque únicamente fuera por decoro para el hecho de su mera apertura «no oficial», no hubieran tenido la ocurrencia de proceder a una limpieza a propósito y sembrar algunas plantas para adecentar y dar color y alegría a un parque que lo único que irradia es abandono, soledad y descuido; y no será por que no haya operarios de limpieza en la ciudad de Palma.

No hubiera costado nada dedicar algo del dispendio público, y al que nos tiene acostumbrado este gobierno, a dotar a este espacio, pues me cuesta tildarlo de «parque», como igual acontece con la zona denominada Pipican, sito en el parque de Sa Riera, de grama, pues el sustrato polvoriento en ambos lugares es totalmente inadecuado para un parque en el que deben transitar ciudadanos de todas las edades, al igual que en el Parque de la Riera. Pero esta es otra batalla para otro momento.

Tras estas consideraciones, a nadie extrañará el que no se haya hecho una presentación del mismo de forma oficiosa con los políticos de turno, pues tal hubiera sido la vergüenza de presentar un parque en estas condiciones, que mejor no pasar el mal trago en la foto de rigor.