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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

Blasfemar es un derecho que ha de ser salvaguardado en cualquier caso

El apuñalamiento de Rushdie jaleado por la teocracia iraní es paradigma extremo del ataque feroz desatado contra la libertad de pensamiento y expresión

El escritor Salman Rushdie. REUTERS

N o nos engañemos por lo que sucede en el mundo en el que el Islam dicta comportamientos e impone censuras, donde la libertad de expresión o no existe, que es en casi todos los casos, o se ve peor que constreñida por códigos morales abyectos; no nos confundamos: en nuestro Occidente, en España, la libertad de expresión también es combatida con saña, recibe golpes que la deterioran gravemente. Utilizando el falaz argumento de que haciendo uso de ella se calumnia, se falsea la verdad, proliferan normas que la coartan, la reducen siempre que surge la oportunidad. El Código Penal español incluye un desdichado artículo, el de la ofensa a los sentimientos religiosos, que ha otorgado abundantes pretextos para prohibir la libertad de decir lo que se considere oportuno. Se utiliza el Código Penal para amedrentar, para que la libertad de pensamiento no se traslade a la de la palabra. La Asociación de Abogados Cristianos denuncia, algunos jueces (el Opus Dei tiene significativa presencia en la Judicatura) disciplinan: nada de procesiones «del coño insumiso», la blasfemia proscrita, y así hasta que la libertad de expresión se muda en caricatura de sí misma. El falangista Jorge Campos consiguió que el Tribunal Supremo sentenciara pena de cárcel al supuesto cantante Valtònyc. Vive exiliado. Un mamarracho convertido en celebridad. Se ha hablado sobradamente del caso. Sucede que con el apuñalamiento del autor de Los versos satánicos, el «Opus Dei» del Islam ha llevado la condena hasta la agresión física, casi mortal, que lo fue con otros escritores. En el Cristianismo las cosas no llegan a tanto: la incineración de herejes pertenece al pasado. Las iglesias cristianas no están en disposición de hacer de sus dogmas leyes civiles.

Insistamos, se sigue bregando por jibarizar la libertad de expresión, aquí y en todo Occidente. Cómo si no entender que las incontables denuncias que la Asociación de Abogados Cristianos, artefacto al servicio de la extrema derecha nacional católica, obtenga la desmesurada complacencia que halla en demasiados jueces. Es síntoma del mal que corroe sin cesar. Lo es el absurdo puritanismo de cierta izquierda, tan intolerante, como la derecha reaccionaria, porque también quiere prohibir en aras de no se sabe qué lenguaje políticamente correcto lo que no es de su cuerda. Dogmas por doquier. Es la misma izquierda que solicita respeto para las peculiaridades «culturales» de migrantes que importan costumbres que colisionan frontalmente con las libertades que en Occidente damos por asentadas. Qué es eso de que haya que dialogar, como propone esa activista del puritanismo izquierdista que ocupa la delegación del Gobierno, cuando se despacha con que la musulmana «fiesta del cordero» pueda tener excepciones a las disposiciones sanitarias y de sacrificio de animales que son de obligado cumplimiento. Aina Calvo nos tiene acostumbrados a la exhibición del patetismo izquierdista. No aceptaremos costumbres que horadan lo que tanto ha costado conseguir. No transigiremos con limitaciones impuestas al libre uso de la palabra. Blasfemar es un derecho, inalienable derecho de la libertad de expresión. Las religiones expresan ideas, todas, sin excepción; están sujetas no solo a la crítica, sino a la mofa. La teocracia que impera en Irán, la que impone la condena a muerte por blasfemar, las dictaduras que se asientan sobre los dogmas del Islam, deberán ser solventadas por sus ciudadanos, si son capaces de hacerlo, si algún día se desembarazan del nauseabundo integrismo que elimina su condición de ciudadanos libres; es la misma ola que avanza con fuerza en los Estados Unidos, la que pugna por volver por sus fueros en las Españas. Blasfemar es un derecho. Quede claro.

Acotación agotada.- Seguimos sin dar por buena la tesis, contrastada, de que la masificación turística acabará por desmadejarnos. No es solo que la derecha proponga más y más crecimiento, es que el PSOE de Armengol transita por parejos derroteros.

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