Las fachadas del ayuntamiento de Palma en Cort y el de la Delegación del Gobierno fueron los dos únicos edificios institucionales de Palma que no apagaron las luces a la hora convenida el miércoles, día en que entraba en vigor el Real Decreto Ley de medidas de sostenibilidad, ahorro y eficiencia energética fijado por el Gobierno Sánchez. Tal hecho, al que se debe añadir la desafortunada guinda de tono despectivo de la regidora Angélica Pastor, al indicar que «no se abre un agujero en la capa de ozono» por estar la fachada de Cort iluminada, habla de falta de sensibilidad y de una cierta anarquía en la gestión de las cosas cotidianas y concede poco crédito a la «incidencia técnica» o a los errores de programación y fallo de temporizador esgrimidos por los responsables institucionales para excusar el incidente.

Las luces encendidas fuera de normativa no transmiten un buen mensaje de ahorro y eficiencia energética a una ciudadanía a la que se pide esfuerzo y comprensión en este sentido, del mismo modo que también incide de manera negativa sobre esta necesidad el ver a miles de jóvenes aglomerados en la estación de Sineu, o apretados de forma peligrosa en los vagones, al no poder coger el tren, una vez concluida la masiva fiesta del Much el lunes pasado. Serveis Ferroviaris no hizo previsión de refuerzos y el conseller Marí se justifica diciendo que nadie los había solicitado. Como si el Govern no tuviera capacidad para calcular y prever el incremento de movilidad ante grandes concentraciones como la del Much. Es el mismo Ejecutivo que dice estar a favor del incremento del transporte público, de las energías limpias y de la sostenibilidad. Pero obliga a trasladarse en coche particular.

Los comportamientos claros y los mensajes nítidos son vitales. No se puede dar un mal ejemplo al ciudadano y además resulta imprescindible que el decreto de sostenibilidad y ahorro energético se adapte a la realidad del lugar y distinga entre la necesario y lo superfluo. En plena temporada turística y con la temperatura imperante este año, Mallorca no puede cerrar a las diez de la noche. De igual modo, las instituciones deben entender que hoy la electricidad y el agua distan mucho de ser un lujo y que su consumo doméstico deja lugar a pocas restricciones para las clases medias. Quizás la justa medida del decreto está en el «sentido común» al que aluden el director general de Comercio, Miguel Piñol, y los representantes patronales en sus negociaciones para que los establecimientos puedan tener las luces encendidas mientras permanezcan abiertos. Es la línea a seguir para obtener la complicidad de todos en todos los aspectos. Eso y el evitar un excesivo afán sancionador que podría incrementar la sensación de rechazo y un mayor perjuicio general.