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Matías Vallés

Contra Trump vivimos mejor

Si flojea el número de visitas de tu blog casero o de tu New York Times, no lo dudes ni un momento. Aporrea a Donald Trump, el galvanizador universal. El ser diabólico más fascinante del planeta disparará tus audiencias con la misma intensidad que emplees en denigrarlo. Los estadounidenses, inigualables en el montaje de espectáculos, han dado un paso más al asomar a Trump a la cárcel. No importan los motivos, solo el protagonista.

Por primera vez en la historia, el FBI ha registrado el domicilio de un presidente estadounidense. Pueden jurar que no le ocurrirá a Joe Biden, cabe recordar que tampoco en España se procedió al registro palaciego del Jefe de Estado, donde la invasión estaba justificada por los indicios acumulados y hubiera sido probable en el caso de un ciudadano no coronado.

A cambio de la violencia de la agresión domiciliaria, cabe consignar que se ha traducido en revelaciones sustanciales. Por ejemplo, la verificación de que Donald y Melania Trump duermen en domicilios contiguos que fueron allanados policialmente, y que están separados por una puerta corredera. También ha escandalizado al mundo el descubrimiento de que el penúltimo presidente conserva en su castillo pastiche de Mar-a-Lago la carta de despedida que Obama le dejó en la Casa Blanca. Escalofriante.

De momento, el crimen abyecto que pesa sobre Trump consiste en llevarse a Florida cajas de material de la Casa Blanca, sometidas al grado supremo de confidencialidad. En primer lugar, cuesta imaginar que ningún otro presidente haya incurrido en el pecadillo de birlar algunos mementos de su discurrir imperial. Y en segundo, el sublime bocazas ya fue criticado por las confidencias que le efectuó al asesinado Shinzo Abe en la misma Mar-a-Lago, sin que sus revelaciones a un mandatario extranjero le supusieran un mínimo reproche.

Por tanto, la valerosa operación del FBI en «mi bella casa» no tenía por objeto incautarse de la fotografía dedicada de una visita de escolares a la Casa Blanca, sino mejorar la audiencia declinante de los medios estadounidenses. La nueva variante de la conexión rusa de Trump se traslada a la climatología benévola de Palm Beach, apuesten a que el resultado penal también acabará en tablas. De hecho, los perseguidores ya se conforman con la condena a no volver a presentarse a las elecciones, como si Trump fuera un vulgar dirigente catalán.

El mundo se despertará un día alborozado porque un dron habrá abatido al expresidente en el quinto hoyo

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La obsesión con Trump milita en la lógica de escribir artículos en que se predica que es absurdo escribir artículos sobre el espadón de Bolívar, puestos a referirse a otro gran libertador. Al observar el entusiasmo añadido en las diatribas contra el bufón estadounidense, puede calibrarse la probabilidad de que los Demócratas y la izquierda europea logren la restauración del Donald en la Casa Blanca.

El inquilino de Mar-a-Lago ejerce de recordatorio de que siempre se puede empeorar. Aporta la espectacularidad de que la profanación de su domicilio incluyera un equipo especializado en abrir cajas fuertes, que por desgracia no descubrió ningún documento incriminador al descerrajar la situada en la segunda planta de la mansión. Suena ingenuo que el único presidente que ha sabido contener a Putin, el dictador que reconquistó Crimea como Obama y el resto de Ucrania con Biden, cometiera la ingenuidad de conservar las huellas de sus fechorías junto a sus gemelos de oro.

En los meses transcurridos desde el intento de golpe de Estado fallero que cerró su mandato, Trump no había mostrado un excesivo interés por volver a lanzar el guante de su candidatura. Al remolonear, ha invitado a la exaltación a cargo de sus enemigos. El mundo se despertará un día alborozado porque un dron habrá abatido a Trump en el quinto hoyo del golf de su palacio, mientras Melania señalaba la diana al aparato inteligente con el dedo.

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