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Antonio Papell

HOJA DE CALENDARIO

Antonio Papell

El (des)prestigio de los políticos

Hace unas semanas, se lamentaba amargamente Moreno Bonilla, ganador por mayoría absoluta de las últimas elecciones andaluzas, de la dificultad de contratar para formar en su nuevo gobierno a profesionales competentes de la empresa privada.

En efecto, es conocido que en este país el presidente del Gobierno y los ministros ganan menos que cualquier profesional liberal junior y que el CEO de cualquier empresa, por pequeña que sea. Pero, además de esta falta de incentivos que produce desistimiento en muchos casos —es lógico que un profesional en plenitud de forma quiera mantener el tren de vida más alto que pueda para su familia—, la política tampoco es atractiva por el desprestigio en que se ha sumido.

Este desprestigio se debe, en buena medida, a la corrupción: estar en lo público es situarse bajo sospecha, y eso nunca resulta cómodo. Pero además, se ha engendrado un inquietante círculo vicioso: la mediocridad de quienes están en lo público ha ocasionado su desprestigio. Y el desprestigio invade lo público porque no van a ello los mejores, como quería Ortega. Tiene mal arreglo el problema, pero de entrada ya puede decirse que hay que mejorar tanto los sistemas anticorrupción cuanto el escrutinio que realiza sobre la política el sistema mediático —perro guardián de la política—, que tampoco puede dar hoy día muchas lecciones de credibilidad.

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