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Juan Cruz

Limón & vinagre

Juan Cruz

Raimon y la paz

Seguramente ahora no pasaría nada si Raimon, el cantante valenciano de Al Vent y Diguem no, volviera a ser invitado a cantar en Madrid y lo hiciera en su lengua, el catalán. Ojalá. Raimon es un artista total, es decir, un pacífico ciudadano que ha hecho de su voz (de su hermosa voz, redonda, afectuosa, convincente) un medio de comunicación de la historia de su tierra, Xátiva, del Carrer Blanc, su calle, del País Valenciano, de Barcelona, donde hace muchos años vive con Analissa, su mujer italiana, y de España, donde le hemos cantado cuando éramos jóvenes estudiantes que, como él, queríamos decir No en el curso de una dictadura que amenazaba con ser inacabable.

Cuando aquella dictadura daba sus últimos pasos de muerto (y de muerte), en 1976, a Raimon lo trajeron a Madrid para que cantara, en catalán a aquella paz a la que él le había cantado desde muy joven, cuando aún Franco tenía la mano firme en el timón del Pardo... Allí abuchearon su voz y su lengua, todavía…

De vegadas la pau no es mès que por, pues entonces, en efecto, muchas veces lo que entonces llamaban paz no era más que miedo. A esas canciones suyas fue juntando poemas de Ausiás March, de Salvador Espriu, y con su inmenso cancionero comprometido, con la paz y con la lengua, con la canción y con el abrazo, se vino a Madrid en el momento preciso en que España empezaba a decir de otro modo la paz. Fue invitado a hacerlo, en su lengua, por supuesto, pero entonces el graderío no estaba preparado para escuchar en catalán a un colega, y amigo, de Joan Manuel Serrat, al que poco tiempo después le prohibieron cantar en catalán aquel La, la, lá que luego le celebraron a Massiel en el famoso lance de Eurovisión.

Raimon había estado en 1968, cuando la dictadura estaba bien en pie, pero en Francia era la revolución de la playa bajo los adoquines, y el cantante de Xàtiva fue recibido como un símbolo de aquellos tiempos de esperanza, y no pasó lo que ocurrió hace veinte años cuando lo trajeron a cantar, en catalán, naturalmente, en contra de la barbaridad etarra que acabó en el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Fue invitado a estar y convocado a gritos a irse del escenario por intolerantes de entonces, indignados porque aquella solidaridad o canto de paz que traía el autor de la oda al País Vasco participara en un homenaje nacional al concejal asesinado.

Fue un golpe duro para el que venía con aquel clavel blanco a un recital de voces diversas entre las cuales, naturalmente, él tenía que caber. Pero vino a cantar en catalán y, además, con una canción que rendía homenaje al País Vasco.

Poco antes de ese suceso ocurrió en un hotel de Madrid un incidente chiquito pero memorable. El entonces aspirante a gobernar España, José María Aznar, se reunía en su precampaña electoral con un grupo de escritores que iban a presentarle sus opiniones acerca del futuro del país. Los congregados hablaron lo que tuvieran que hablar, mientras el que luego sería aclamado dos veces como presidente de la nación cavilaba en un silencio profundo del que sólo lo sacó la portada de un periódico en el que había un titular avisando de lo que entonces era habitual, como ahora, por cierto: la lengua española es humillada en Cataluña, donde en las escuelas sólo se permite el catalán. Ante esa portada Aznar tuvo esto que decir: «Eso con nosotros se acaba».

Ahora he vuelto a recordar esa frase, que resume una situación que no acaba y que se parece a lo que puede decir cualquiera que quiere unirse a un tópico que ha hecho más daño que el subido calor de esta época. Otro aspirante a gobernar España, y por tanto Cataluña, ha dicho en otro periódico, que lo dio como titular grande de su portada estos días, que esa tendencia catalana a enseñar su lengua y, esto está implícito, a ignorar la lengua española, se acabará precisamente cuando él se siente a gobernar.

Esa gestión de los sentimientos lingüísticos, entre otras cosas, le impidió cantar a Raimon en Madrid, e impide, me parece, que la Cataluña que queremos se acerque más a la España que sería preferible, tolerante de la cultura propia también cuando parece ajena. Raimon sufrió un lamentable destierro al menos dos veces por cantar en catalán, y precisamente por cantarle a la paz cuando más hacía falta en la capital de España y, como ahora, en toda España, donde hay que avisar otra vez que la lengua catalana es también española y el País Vasco, y su lengua, el euskera, es asimismo una voz española, como la voz catalana y profunda, comprometida, de Raimon Peleguero.

Raimon durante una actuación en el Palau de la Música de Barcelona en 2017.

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