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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

El papa Francisco liquida la impunidad del Opus Dei

La nueva Constitución Apostólica de la Iglesia católica supone el intento de Francisco de darle la vuelta a la secular estructura vertical del poder clerical

El papa Francisco. EFE

Con las que nos están cayendo por los cuatro costados, cabalgando sobre la ola de calor a la que no se le vislumbra caducidad, sí que ha pasado un tanto desapercibido, vaya por Dios, el motu proprio (edicto papal) con el que Francisco ha procedido a liquidar la prelatura personal del Opus Dei, otorgada por el polaco Wojtyla, papa tan reaccionario como lo fue Escrivá, fundador de la Obra, a quien elevó a los altares con prisas y sin pausas, lugar en el que ambos se han encontrado. El Opus deja de disponer de un prelado obispo que dependía directamente del papa, sino que, despojado de los atributos de la mitra, se subordina a la Congregación del Clero, uno de los dicasterios (ministerios) de la Curia vaticana. Radical degradación. Dejando de lado la hojarasca con la que se enmascaran las disposiciones de los ucases pontificios, el hecho es que se deja de lado la jerarquía para establecer el carisma. Para que se entienda: al prelado del Opus Dei se le quitan galones. La única prelatura personal hasta hoy de la Iglesia católica desaparece por la manu militari del Papa. Queda a las órdenes de la Congregación del Clero, que supervisará anualmente su actuación. La vejación sistemática, por ejemplo, de la mujer en su seno, reducida a la condición de fámula, parece que tendrá más dificultades para mantenerse. El considerable cabreo de las autoridades del Opus no se disimula: Fernando Ocáriz, actual prelado de la Obra, que no es obispo porque a Francisco no le ha dado la pontificia gana de consagrarlo, ha balbuceado obediencia filial. Qué remedio. Meter en cintura al Opus Dei, decisión del primer papa jesuita de la historia, tendrá duraderas reverberaciones en el seno de la Iglesia, porque la Compañía de Jesús (padeció lo indecible con Wojtyla, que le hizo un grosero interdicto) siempre ha mirado esquinada al tinglado montado por Escrivá, para el que se le ha acabado la manifiesta impunidad con el que se ha desenvuelto.

Llega atar corto al Opus con la nueva Constitución Apostólica de la Iglesia católica; es la obra cumbre del papado de Francisco, el pontífice más odiado tanto por la derecha clerical, que no deja de maquinar en su contra, como por las derechas políticas, tanto la norteamericana como la europea, en especial la española, que lo detesta hasta extremos delirantes. Obispos y políticos de la diestra, ven en Francisco a peligrosísimo peronista bolivariano, usurpador del trono de Pedro, alguien que, en manos de poderes satánicos, conduce a la Iglesia católica al suicidio. Van más allá de lo que llegaron un siglo atrás, cuando a otro papa más bien conservador, León XIII, le dio por publicar la primera encíclica social, la Rerum Novarum, por la que se reconocían algunos derechos a los obreros.

El papa jesuita se ha asegurado una amplia mayoría para el cónclave que elegirá a su sucesor

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En las Españas los alterados católicos, clero y seglares, organizaron novenas para pedir al Altísimo la conversión del herético papa. Ocurre que Francisco se ha asegurado, salvo decisión en contrario del Espíritu Santo, la mayoría en el cónclave que elegirá a su sucesor, lo que tiene visos de acontecer más bien pronto. El 80% del Colegio Cardenalicio está compuesto por eminencias de su cuerda. Así que la derecha restauracionista va a sudar sangre para revertir, de poder hacerlo, lo que ha establecido el argentino Bergoglio, que todavía no ha dicho la última.

Acotación aberrante.- Las decisiones tomadas el lunes por el Consejo de Ministros son razonables, tímidas, pero inaplazables para vérnoslas con la emergencia energética que ha creado Vladímir Putin, autócrata zar de todas las Rusias, al hacerle la guerra a Ucrania pasándose por salvada sea la parte la legalidad internacional. Naturalmente la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso ha desbarrado como nunca anunciando que no cumplirá las normas del Gobierno. Si sigue así habrá que intervenir Madrid, tal como se hizo con Cataluña (artículo 155 de la Constitución) cuando Puigdemont, Junqueras y demás sufridos cofrades hicieron la gamberrada de declarar la República catalana.

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