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Matías Vallés

Limón & vinagre | Cristiano Ronaldo (Jugador de fútbol del Manchester United)

Matías Vallés

Limón & vinagre | Cristiano Ronaldo: Los genios no tienen colores

Cristiano Ronaldo celebra un gol contra la Juventus, cuando militaba en las filas del Real Madrid en 2018. Pierre-Philippe Marcou / Afp

El escándalo de Cristiano Ronaldo no es su frustrado fichaje por el Atlético de Madrid, sino atribuirle una nacionalidad determinada aunque sea en forma de camiseta. Los genios no tienen colores ni banderas, el disparate equivale a pretender que Pablo Picasso es español en lugar de pertenecer a quienes compraron sus obras. El fútbol no puede erigirse en bastión postrero del honor calderoniano, siempre a punto de ser inflamado o ultrajado.

Los genios tampoco tienen alma, así que juzgad solamente a Ronaldo por sus 815 goles, medio millar de ellos en el Real Madrid. Los partidos se disputan a vida o muerte, no se ganan con buenos sentimientos. De ahí que el portugués de Madeira y Messi no solo encarnen la rivalidad a la enésima potencia. También son dos antipáticos congénitos, tan risibles fuera del campo como Ben Stiller y Owen Wilson exprimiendo visajes para ser el mejor maniquí del mundo en la película de Zoolander.

Ronaldo es un competidor salvaje que solo contempla una reacción del populacho, la adoración. En cuanto a la afición futbolística, comparte piso en la prehistoria con el reglamento de su deporte. Los seguidores del Manchester United donde juega el portugués se encabritan contra el propietario estadounidense del club por prostituirlo, es decir modernizarlo, ingresando en la Superliga de Florentino Pérez. Y la muchachada atlética reniega de Ronaldo tres veces por segundo.

La afición es una adherencia romántica, que pronto será sustituida por cyborgs de inteligencia artificial. La hinchada se cree dueña de clubes salvados por oligarcas de Singapur, por lo que olvida que la fidelidad a los colores es una virtud de pago. El Atlético reciente cobijó al errabundo Luis Suárez y readmitió bíblicamente a su hijo pródigo Griezmann, retornado de Barcelona con menos olfato de gol que un covid persistente.

La primera razón para recomendar el ingreso de Ronaldo en el Atlético es que odia al Real Madrid con tal intensidad que debe repartir su animadversión, entre la afición que se atrevió a cuestionarle y el presidente de origen divino. Siento hablar en primera persona, pero media hora a solas con el futbolista y Georgina Rodríguez me demostraron el peligro de asociarlo al color blanco. Los aperitivos fueron una felicitación por haber obtenido la Champions, bien. Los entrantes, un canto a su gol, de acuerdo. El plato fuerte, un entusiasta «no te vayas del Madrid», fatal. Si las miradas mataran, este texto llevaría otra firma.

Los dignísimos socios del Atleti cometen por tanto el error de pensar que Ronaldo saltaría al campo con una camiseta blanca, rodeado por diez rojiblancos. En realidad, su compromiso antimadridista es imbatible, su élan vital es la venganza contra el Bernabéu. Esta disociación que lo mantuvo dos años jugando con y contra el Real Madrid no resulta tan chocante, si se recuerda que al portugués le duele más el gol de un compañero que de un rival. Es insaciable, Benzema necesitó años para despojarse del monólogo monopolista de su socio. Y a quienes desde el madridismo ensayan comparaciones temerarias, basta con recordar que el impresionante delantero francés ha obtenido 120 goles menos que su predecesor.

Por intensidad, Ronaldo no solo podría desempeñarse con entrega total con los rojiblancos, podría alinearse con los dos clubes madrileños a la vez. Por no hablar de que mi breve convivencia con la pareja me persuadió de que la mejor inversión es contratar a la entonces humilde Georgina, hoy celebrity por méritos propios y encargada de poner orden en esa casa. En mi visión partidista, CR7 nunca ha ensombrecido un triunfo del Madrid aunque lo pretendiera, por lo que la única preocupación consiste en pagarle por goles. Y en el apartado de dedicatorias, agradezco a Figo y Laudrup su contribución al madridismo desde el exilio, millones de euros aparte.

Ronaldo siempre fue un niño grande, ahora ya es un niño viejo. Nunca se recuperará de haber comprobado el ensimismamiento y obsesión mundiales con Messi. Descubrimos demasiado tarde que ambos alcanzaban tal éxtasis jugando al fútbol que debieron pagar por su hábito, del mismo modo que John Kenneth Galbraith recomendaba no consignar sueldos astronómicos a los altos ejecutivos, porque su poder era suficiente recompensa.

CR también significa Crónica Rosa. El futbolista portugués se sinceró como nunca ante el periodista inglés Piers Morgan, tuvo una novia que se abalanzaba sobre su coche como si quisiera entrar por el parabrisas, y el #metoo le descubrió por la vía dura que lo que pasa en Las Vegas no siempre se queda en Las Vegas.

Cristiano Ronaldo celebra un gol contra la Juventus, cuando militaba en las filas del Real Madrid en 2018.

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