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Jose Jaume

desde el siglo XX

José Jaume

Aviso, Vox no está amortizado y mucho menos liquidado

Dar por irrelevante a la extrema derecha es error que se pagará caro, Vox dispone de la fuerza requerida para condicionar las elecciones de 2023

Giorgia Meloni y Santiago Abascal. Vox

Aupado por los resultados en Andalucía, el acusado desfondamiento actual de las izquierdas y el entusiasmo que le prodigan las encuestas, sobre todo las amigas, en el PP cunde el convencimiento de que el cambio de ciclo, inevitable, les lleva irremediablemente al Gobierno, que la ola es imparable, que es harto probable que Alberto Núñez Feijóo se instale en La Moncloa sin tener que depender del incordiante y no menos chirriante respaldo de la extrema derecha encarnada en Vox. No diremos que sea el cuento de la lechera, pero sí aceptamos que se le parece al menos un poco. En Andalucía Vox fue víctima de sus expectativas y de la desastrosa campaña, inaudita en una persona de la que se presume cierta solvencia política, de Macarena Olona. Así y todo creció un par de diputados. La mayoría absoluta obtenida por el PP, a rebufo de la muerte fáctica (todavía no se le ha dado tierra) de Ciudadanos, el hundimiento de la izquierda alternativa, sumida en su eterna discordia, y el desmadejamiento del PSOE, ha agrandado la sensación de que el PP se las basta por sí solo para obtener sus objetivos. Los sondeos posteriores, dejando de lado los de los medios palmeros, que entusiasmados ya lo sitúan a tiro de piedra de la mayoría absoluta, constatan que el PP supera ampliamente al PSOE. Bien, pero qué pasa con Vox: ¿De repente ha dejado de existir? ¿Es irreversible su decrecimiento? ¿Vuelven sus votantes al PP? Cuidado. La extrema derecha no ha sido amortizada. Menos todavía eliminada. El PP atisba días de vino y rosas, pero es razonable que de gobernar lo haga con el trágala de Vox calentándole el cogote. No le hará remilgos. Si Núñez Feijóo requiere del concurso de Vox se lo pedirá y lo obtendrá. Habrá un precio.

A finales de septiembre llegan las elecciones generales en Italia. Es probable que las gane el convoluto de las derechas. Eso es lo de menos. Lo que importa es la prelación de fuerzas que se dé en su seno; ahí hay general asentimiento de que será Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia) quien destacado obtendrá la mayoría. Se trata del partido de la señora Giorgia Meloni, el compadre de Vox. Heredero del Movimiento Social Italiano, a su vez albacea del Partido Fascista de Benito Mussolini. Resucita el fascismo que nunca murió del todo. La reverberación se dejará sentir con fuerza en España. Lo apunta Enric Juliana, director adjunto de La Vanguardia, uno de los mejores analistas políticos, además de excelente periodista, entre los que destripan lo que acontece por las Españas. La presunta victoria de Meloni, que participó en la campaña de Vox en Andalucía, y de qué forma, insuflará fuerza no solo a Vox sino a toda la extrema derecha europea.

Año y medio para que se pongan las urnas, salvado sea que Pedro Sánchez las adelante, es tanto tiempo que no hay forma de establecer predicciones que dispongan de cierta fiabilidad. Se ha reiterado hasta la saciedad: atravesamos tiempos no líquidos, sino esencialmente gaseosos. Los denominados cisnes negros, aquellos que revientan las previsiones económicas, han ocupado también el espacio de la política. Los sucesos que harán acto presencia en los meses venideros son tan impredecibles como lo han sido la pandemia y ahora la guerra desatada por el dictador de Rusia en Ucrania. Quién nos dice que China no invadirá Taiwán, que Israel no se enzarzará en el duelo definitivo con Irán antes de que los clérigos de la República Islámica pongan a punto su arsenal nuclear, que en el Magreb todo se vaya a hacer soberanas puñetas o que la Unión Europea no se meta de hoz y coz en crisis insoluble a cuenta de lo del gas ruso o cualquier otra cosa. Que el PP se tiente la ropa, que no dé por fácil y hacedero lo que aguarda en los ignotos arcanos del futuro. Mientras, seguro que seguirá aventando, venga a cuento o deje de venir, el fantasma de la Navidades pasadas, el de la ETA que jamás ha dejado de existir, que para la derecha española sigue tan viva y coleando, tan asesina como antes de 2011. Es un fantasma que estiman rentable. Peculiar.

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