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José María de Loma

Limón & vinagre | Patxi López: Portavoz del PSOE en el Congreso de los Diputados

Jose María de Loma

Limón & vinagre | Patxi López: Majete y a favor de la mayoría

Patxi López, el sábado a su llegada a la reunión del Comité Federal del PSOE, en Madrid. Mariscal / Efe

Un tipo majo de la margen izquierda. Su nombre artístico, Patxi López, ya indica mixtura, mezcla, sencillez, vasquismo y castellanía, casticismo. Bendita mezcla de la que reniegan trabucaires, nacionalistas y partidarios del tiro en la nuca, que los hubo y que lo tuvieron en su punto de mira, en sus siniestras oraciones y en sus rabias de ensoñación revolucionaria.

Muchas vidas las de Patxi López, hijo de un histórico del PSOE, Lalo López Albizu. Mientras otros niños soñaban con jugar en el Athletic, él soñaba con afiliarse al socialismo vizcaíno, aquel PSOE valiente, aguerrido, social, avanzado y fraternalmente vasquista y universalista. López se aplicó más en el debate en las casas del pueblo que en el estudio del álgebra y la trigonometría. Por eso no acabó la ingeniería que comenzó a cursar en Bilbao. Pronto cargos públicos. Diputado en la cámara vasca y lehendakari con el apoyo en la investidura del PP en el periodo 2009-2012. Para no pocos, ver a un lehendakari socialista, un jefe de los vascos no nacionalista, era tan estrambótico como ver a un tuno presidir el colegio de filósofos. Peor: les resultaba un intruso, un cuerpo extraño. La infamia de tacharlo de ilegítimo.

Una de sus primeras decisiones fue tratar de que el mapa del tiempo en la ETB no abarcara Navarra, el País Vasco e Iparralde, «el territorio», vieja demanda de los no nacionalistas. No pudo lograrlo. Trató de normalizar convivencias y presencias, opiniones y discrepancias. ETA siguió matando, como lo que fue: el principal agente tóxico para la democracia española. En su tiempo de lehendakari, y no pocos lo compararon, hubo otro estrambote, además del de un socialista lehendakari: un negro presidiendo Estados Unidos. Obama. El intruso que los precedió fue José Montilla, un cordobés presidiendo Cataluña. Pero todo eso es pasado. Hay quien tiene pasado y quien fue lehendakari.

López, comilón, visitante asiduo de Mijas, afable con briznas de tozudez, buen conversador, lector de historia y andarín, vivió también un ambiente radicalmente distinto al de la política vasca: los desayunáculos del poder madrileño. Fue brevemente presidente del Congreso. Alquiló un apartamentito en barrio castizo y, convertido en la tercera autoridad del Estado, pisaba moqueta, frecuentaba besamanos, ejercía, soportaba, el boato y la pompa, codeándose con reyes y ministros, y a la caída de la tarde tomaba un botellín en Chueca con su mujer, Begoña Gil, filósofa, concejala en Bilbao, deplorando un pelín el calor de la urbe madrileña en verano, comparado con el suave estío (antes del cambio climático) de Vizcaya. Tal vez añorando un paseo por Plentzia o la playa de Gorlitz.

La experiencia como presidente del Congreso fue breve, seis meses. Aunque en seis meses, si te aplicas, pierdes siete kilos. O escribes Guerra y Paz o sacas un máster. Meses intensos que darían para un tratado de ciencia política, España turbulenta, adelantos electorales, no es no.

Ahora Pedro Sánchez, que ora desoye al PSOE, ora lo reconstruye, lo llama para el puesto con el que más se sale en el Telediario de las tres. Portavoz del grupo parlamentario. La expectación es máxima: cómo va a surfear, trenzar (¿hacer?, ¿deshacer? ) pactos con Bildu. Cómo va a enfrentarse a la vinagrosa Cuca Gamarra o cómo va a soportar las soplagaiteces de Rufián. López es ahora una pieza de las muchas que Sánchez está colocando estratégicamente tras la tragedia que han sufrido en Andalucía. Primero medidas sociales, luego nombramientos, ahora remodelación cesarista del PSOE. Patxi López es el partido de siempre. Uno de sus ejes: Euskadi. El otro es Cataluña (Iceta, que también promociona) y Andalucía, por supuesto, ahí María Jesús Montero, lo contrario de un apparátchik para controlar el partido. Vicesecretaria. La dos tras Sánchez. No le falta espabilez, valga el neologismo, pero le falta cultura orgánica, valga la expresión idiota. Tampoco habría sido mala protagonista de esta sección esta médica sevillana que huía de los jaleos de partido y a la que ahora le tocará lidiar con un levantisco concejal de Móstoles que amenazara con dimitir, con una crisis en el PSOE de Alpedrete o con la elección del candidato a la alcaldía de Níjar. El PSOE es un dinosaurio sin hambre. Sánchez quiere abrirle el apetito de siempre. Incitarlo al movimiento. Instarlo a que no deje acabar con el pasto al otro diplodocus, que ya se ha merendado a Ciudadanos y ha amansado al mamut de Vox. Dejemos las comparaciones prehistóricas no nos vaya a caer un meteorito. Meteorito en forma de responsabilidad (marrón) el que le ha caído a López. No tendrá problema: lleva toda una vida sin molestar y amoldándose, presentándose a unas primarias para agradar y seguir en el machito. Patxi siempre está ahí. Podría parecer una facción, pero siempre es parte de la mayoría.

Patxi López, el sábado a su llegada a la reunión del Comité Federal del PSOE, en Madrid.

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