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Trump-Putin. Paralelismos y situación actual

Graffiti de Donald Trump y Vladímir Putin en Vilnius, Lituania, en 2016. REUTERS

Primero: Son más malos que la tiña y eran dos niños infelices. El ruso se crio en la calle Baskov de Leningrado (ahora San Petesburgo) y tuvo que aprender judo para defenderse de los matones de su barrio, a los que luego machacó. Más tarde fue reclutado por el KGB y asignado a Dresde donde en 1991 vivió el desmoronamiento de la Unión Soviética que le dejó tan trastornado que juró vengarse de Occidente. Y en ello está.

El americano según la biografía no oficial escrita por su sobrina Mary Trump era un niño infeliz y maltratado por un padre autoritario que le dejó secuelas de por vida. Son evidentes.

Segundo: Trabajaron codo con codo para poder ser presidentes a la vez (2017 a 2021). Trump nunca lo hubiese sido sin la ayuda de su amigo ruso. Se deduce del escrito de acusación del Departamento de Estado norteamericano de 2018 que concluía que agentes rusos suplantaron la identidad de activistas religiosos y políticos americanos y a través de las redes sociales se dedicaron a malmeter en materia de identidad racial e inmigración para soliviantar al electorado trumpista. Los mismos agentes que en 2016 trabajaron con gente de Trump para organizar mítines en Florida y que de acuerdo con el director del FBI, Robert Mueller, hackearon los mails de la candidata demócrata con la intención de «beneficiarse electoralmente de la información sustraída y divulgada». El informe del Comité de Inteligencia del Senado de 2020, presidido por los republicanos y elaborado a lo largo de tres años, señala a Paul Manafort, exgerente de la campaña de Trump, como beneficiario de millones de dólares entregados por políticos ucranianos pro rusos.

Tercero: Coincidieron de 2017 a 2021 e hicieron del mundo un lugar mucho peor. Por supuesto conectaron e intimaron. La atracción mutua entre psicópatas que hemos visto en las pelis de miedo. Los esfuerzos de Putin por colocar a su amigo putero fueron agradecidos por éste en directo en la reunión que tuvieron en julio 2018 en Helsinki, donde puso en duda ante los medios de comunicación las conclusiones del servicio secreto norteamericano sobre la injerencia de los rusos en las elecciones de 2016. El periodista Bob Woodward llegó a escribir en su obra Rabia de 2020 que «tenía la convicción íntima, aunque no tuviera pruebas concretas, que Putin sabía algo que podía perjudicar a Trump». Igual se juntaban a arrancar patas de arañas.

Los esfuerzos del ruso concluyeron con su obra maestra: la toma del Capitolio por supremacistas blancos, descerebrados de QAnon, neonazis y antisemitas. Es el primer golpe de estado en la historia los Estado Unidos, que gracias al vicepresidente Mike Pence fracasó.

Cuarto: Compartieron banco. El Deutsche Bank AG. El que financió el campo de exterminio de Auschwitz y la fábrica que producía el Zyclon B. Condenado a multas mil millonarias por financiar a estados terroristas como Irán y Siria para blanquear miles de millones de activos rusos de la llamada Lavandería Rusa. La maquinaria del Kremlin que blanquea a través de oligarcas y de los servicios secretos rusos las toneladas de dinero que Vladimir Putin y sus secuaces del Kremlin SA roban a sus ciudadanos. El mismo banco que en 2007 y 2008 concedió líneas de crédito no garantizadas por importe de mil millones de dólares al VTB Bank, controlado por el Kremlin, para financiar los servicios de inteligencia rusos. Banco que fue el principal prestamista de Trump hasta que dejó de trabajar con el americano en 2021. Cuando este dejó de ser presidente de EE UU. Ni un día antes.

Y Quinto: No les gusta la OTAN. Trump hizo lo imposible por retirar a EE UU de la OTAN. No lo consiguió gracias a su exjefe de gabinete John Kelly y al asesor de Seguridad Nacional John Bolton, aunque este último manifestó que si repetía un segundo mandato lo haría. Putin ha conseguido sacarla del coma.

El actual orden internacional es muy diferente. La guerra de Putin ha actuado como un elixir cohesionador, de forma coyuntural, juramentando a los países democráticos en torno a un, aparentemente, sólido bloque. No obstante, el gran desafío está por llegar y es el invierno, porque ha cortado el suministro de gas a algunos países por negarse a pagar los contratos en rublos (Francia, Polonia, Bulgaria, Finlandia, Dinamarca y Holanda) y ha limitado la venta a Alemania e Italia a un cuarenta por ciento. Está utilizando la excusa de la reparación de una tubería del gasoducto Nord Stream 1, que une Rusia con Alemania, para infligir a las economías europeas el máximo daño. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) afirma que a principios de junio Rusia redujo un sesenta por ciento el suministro de gas a través del North Stream 1. El pasado 20 de julio Putin dijo que «el día 26 otra turbina debe recibir trabajos de reparación. Ahora trabajan dos turbinas que bombean 60 millones de metros cúbicos al día. Si llega la otra, entonces bien. Dos funcionarán. Pero si no fuera así, entonces solo habrá una y habrá solamente 30 millones de metros cúbicos». Suena muy macarra, pero es textual. Y quiere decir que nos dejará de vender muy pronto.

Tras la amenaza del día 20 se dispararon, de nuevo, los precios del gas. A fecha de hoy Moscú ingresa lo mismo de Europa que hace seis meses. Vendiendo un sesenta por ciento menos. Otro negocio del Kremlin SA. Y Trump amenaza con presentarse en 2024. Un aquelarre.

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