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José María de Loma

Limón & vinagre | Mario Draghi: Primer Ministro de Italia

Jose María de Loma

Limón & vinagre | Mario Draghi: El ortodoxo insumiso

Mario Draghi a su llegada al ayuntamiento de Roma, el viernes, para presentar sus respetos al difunto periodista italiano Eugenio Scalfari. ANGELO CARCONI / EFE-EPA

Ya su imagen en una sala del Museo del Prado sentado en un banco hablando por teléfono dándoles la espalda a algunos de los cuadros más famosos de la historia universal del arte no presagiaba nada bueno. Para él. Tampoco Boris Johnson en esa cumbre madrileña de la OTAN le hizo mucho caso a Velázquez. Esto daría para una novela. La conjura de Las Meninas. Todos los prohombres del mundo que en esa visita a la pinacoteca no apreciaron lo suficiente tal obra irían cayendo. Mario Draghi sería el segundo.

El primer ministro italiano tiene 75 años, es millonario por familia y quedó huérfano antes de cumplir los 20. Nació en Roma, como casi todo, dio clases de Economía y dirigió el Banco Central Europeo durante ocho años. También, antes, la Tesorería de Italia. En uno de los múltiples apuros de la explosiva política italiana, con todos los consensos rotos por la pandemia, al presidente de la nación, Sergio Mattarella, se le ocurrió llamarlo en febrero de 2021 «para arreglar el país». Un italiano es más optimista que un español. El italiano piensa que su país tiene arreglo.

Draghi. Un metódico para poner orden en un avispero. Ahora dimite pero el presidente, don Sergio, no quiere darle matarile. Le implora que se quede, le hace una escena del sofá, le recuerda que ha de viajar esta semana a Argelia a negociar gas y Draghi se cisca en el volcánico carácter de la Italia política. Dijo que cuando se rompiera la coalición de gobierno se iría. Se rompe por las estrambóticas exigencias de uno de los partidos, el más naif-populista: el Movimiento Cinco Estrellas, que cae en los sondeos, que soñó con asaltar los cielos y que ahora aletea en el sistema como un poltronista más. Los otros coaligados, coaligantes, intrigantes todos, son la Liga Norte, el Partido Democrático e Italia Viva. En Italia, los nombres (¿y las ideologías?) clásicas ya no están en las siglas de los partidos: comunista, socialista, democristiano, liberal, etc.

Draghi, ojos de miope, aires de distraído, salvó el euro, o eso se le achaca. Y lo salvó con una frase que hizo resucitar bolsas, vidas y haciendas: «Haremos todo lo posible por salvarlo y eso será suficiente». Tal vez entonces aprendiera que es más útil para la economía saber construir una frase que cuadrar un balance.

El suyo, su balance, que no está claro ni mucho menos que sea su final, es el de un tecnócrata haciendo política, o a la inversa, que no ha soportado que se le pongan peros a su ortodoxia. La ortodoxia no será tal cuando cada uno tiene una. Esta semana, tras 17 meses en el cargo, nuestro protagonista tendrá que decidir si continúa para luchar contra la inflación, los demonios de Italia, la crisis energética y los coletazos de la pandemia o se retira al Piamonte a acariciar a un gato mientras con un monóculo y un vaso de brandy en la mesa se dedica a visionar películas de Fellini. Y El desierto de los tártaros, de Buzzati, en la mesilla.

Hay elecciones en el horizonte que incluso podrían ser adelantadas al mes de octubre. Todo, con la extrema derecha, los Hermanos de Italia, alzándose en las encuestas. Casi no importa en qué lugar de Europa lea esta última frase. Italia es un país tan serio que el líder de los ultras se llama Meloni. Draghi podría afrontar el jueves a su vuelta de Argelia, con problema de gases, una moción de confianza. Nadie sabe cómo saldría, aunque hay más vaticinios proclives al triunfo de Mario el Dragón. Con no pocas incógnitas. Tratándose de Italia, para variar. Italia es una afición, una pasión y una admiración. Draghi es Luis de Guindos con el Bachillerato y uno querría entrevistarlo, a lo Oriana Fallaci, para preguntarle por las envidias, lealtades, pasiones y traiciones de los salones del poder. Para conocer de primera mano y por su voz a qué sabe la renuncia y a qué huelen las súplicas.

Mario Draghi a su llegada al ayuntamiento de Roma, el viernes, para presentar sus respetos al difunto periodista italiano Eugenio Scalfari.

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