Rescato para mis queridos lectores una interesante entrevista efectuada en el programa El Hormiguero en 2016, a Antonio Banderas, donde éste afirmaba que una encuesta en Andalucía confirmaba que el 75 % de los jóvenes querían ser funcionarios, mientras que la misma encuesta efectuada en EE UU señalaba que el mismo porcentaje (75%) de encuestados querían ser emprendedores, dueños de su propia vida. Banderas llega a la ineludible conclusión, a la que deberíamos llegar todos, de que con un 75% de jóvenes que quieren ser funcionarios no se hace país, solo se hace país con un 75%, como mínimo, de jóvenes que se la juegan y quieren ser emprendedores. Así nació Google o Facebook o Microsoft, y así nacen personajes que cambian el curso de nuestras vidas convirtiendo sus ideas y sueños en una realidad, y haciendo posible lo imposible.

Sin embargo, en España ser emprendedor, impulsar tu propio proyecto o negocio, intentar prosperar en la vida, con humildad y trabajo, está mal visto. Podríamos decir, incluso, que es casi un pecado. Más aún, intentar convertir un proyecto en una realidad en nuestro país, en vez de premiarse, se penaliza de muy diversas formas. De modo que ser emprendedor se convierte en misión imposible, porque la cultura del esfuerzo y del trabajo se ha demonizado. No está de moda y es duramente penalizada, entre otras formas, con más presión fiscal y más requisitos que convierten el emprendimiento en algo tortuoso. Si además emprendes en el mundo del turismo, la cosa se vuelve peliaguda, porque además de tener que cumplir todo un entramado infumable de normativas, a veces, absurdas y otras, contradictorias entre sí, tienes que vivir bajo el escrutinio constante de la sociedad que te considera un «explotador», destructor del medio ambiente, que solo quiere hacer dinero, sin ningún tipo de escrúpulo, a costa del trabajador. Me duele profundamente esta forma de ver al emprendedor, y más en concreto, al hotelero, más aún porque no es cierta. Y no es cierta porque nadie ve el gran esfuerzo que hacemos por conseguir que todas las familias que dependen de nuestro negocio sigan prosperando. Nadie ve las noches en vela que pasas cuando te la juegas, poniendo en riesgo tu patrimonio y la seguridad de tu familia. Nadie ve cómo conviertes tu empresa y a tus trabajadores en parte de tu familia, y te preocupas por ellos. Ni cómo te las ingenias para pagar, tanto en los buenos como en los malos momentos, todas y cada una de las nóminas y facturas. Nadie ve las 24 horas diarias, de lunes a domingo, que le dedicas y el tiempo que sacrificas sin poder disfrutar de tus hijos y de tu familia, porque tienes la responsabilidad de llevar tu negocio, del que dependen muchas familias, adelante.

Sé que para algunos es difícil empatizar con el emprendedor, no somos muy distintos al resto de seres mortales, lo único que nos diferencia es que ambicionamos hacer realidad nuestros propios sueños, sin importarnos el sacrificio y el trabajo que ello suponga, y que no tenemos miedo ni al fracaso ni al éxito. Para el emprendedor, cada día se convierte en una trepidante y dura aventura, no exenta de riesgos. De modo que perdonad mi osadía si os pregunto: ¿es el emprendedor un héroe o un villano? Sinceramente, creo que tan solo es un ser humano, con sus virtudes y defectos, sus inseguridades y miedos. Más aún, podríamos ser cualquiera de nosotros si decidiéramos trabajar para convertir en una realidad nuestros propios sueños y no los sueños de otro. Por ello, no merece la pena seguir insistiendo en este infructuoso y cansino discurso, que divide a la sociedad entre trabajadores y empresarios, izquierdas y derechas, pobres y ricos, buenos y malos, gordos y flacos… Este trasnochado discurso que deshumaniza al ser humano al etiquetarlo y que solo sirve para dividir inútilmente a la sociedad, sin dejar que camine, de forma unida y respetuosa, hacia el progreso sostenible, democratizando la capacidad de crear oportunidades a las que tengamos acceso todos.

«Cuando todo parece ir en tu contra, recuerda que el avión despega con viento en contra, no a favor» (Henry Ford).