Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Mercedes Barona

Con permiso de mi padre

Mercedes Barona

Vacaciones del buen gusto

Hay quien cree que viajar nos cura de prejuicios, nos hace más tolerantes y ensancha nuestra visión del mundo. Que ver cómo viven otras personas nos hace entender mejor a la Humanidad.

Y no digo yo que no, digo que depende. Si por viajar se entiende ir en masa a destinos de moda, disfrazados de aventureros cutres para seguir haciendo lo mismo que en tu casa, pues no. Que no digo que sea viajar a Japón y ponerte un quimono y atiborrarte de sushi, pero tampoco pasar el tiempo como un colonizador que va a un lugar a enseñar a aquellos pobres ignorantes cómo hay que vivir.

A día de hoy es innegable el carácter zafio de gran parte del turismo. El feísmo en la estética, que lleva a muchos a disfrazarse de coronel decathloniano para recorrer una ciudad similar a la suya, en la que jamás se pondrían esas camisetas sin mangas (esos sobacos veraniegos, ay, ay) o esas zapatillas de trepar por el Himalaya cuando están visitando, por ejemplo, Zamora. ¿Se disfraza también para ir a por el pan en su barrio? Bueno, muchos también, me temo.

Desde luego todo el mundo tiene derecho a viajar (en coche cada vez es más un lujo gracias al precio del gasoil), pero ¿para qué vas a ver Polonia o Brasil si acabas comiendo en un burguer? 

Creo que un destino merece que te abras a la experiencia de sentir, de ponerte en el lugar de quienes allí habitan, hasta de enamorarte un poco del lugar.

Que hay que patear la ciudad sin prisa ni expectativas, comprar en sus tiendas tradicionales, hablar con esos tenderos o la recepcionista, tratar de entender por qué son así y qué tienen de especial.

Lo otro es consumo rápido, un metesaca sin disimular ni el sentimiento: llego, miro, hago fotos, sigo, foto, lo subo a las redes, sigo... Una experiencia para rellenar una cartilla y enseñar a los amigos. Insípido y olvidable como una comida basura.

A lo mejor por eso cada vez somos más una sociedad de obesos y desmemoriados. Y tan felices (ay!) con las chanclas con calcetines y las riñoneras.

Compartir el artículo

stats