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Carles Francino

La tribu de los desafectos

Nunca saldrá de mi boca una descalificación general de la política. Más que nada porque cuando fracasa, su alternativa es la selva. O la guerra. Pero la desafección con la política avanza porque hay momentos en los que se exige un esfuerzo titánico para escalar la montaña de descrédito que construyen algunos de sus protagonistas. Por ejemplo, las repugnantes revelaciones de lo que tramaba la mal llamada «policía patriótica» para socavar al independentismo catalán, con todo un ministro del Interior al frente de las operaciones. Para alguien como Jorge Fernández Díaz, que condecoraba a vírgenes y cristos, tuvo que suponer todo un sacrificio incumplir el octavo mandamiento: «no dirás falso testimonio ni mentirás». Sus tejemanejes con Villarejo son de traca. Y la pregunta es: ¿quedarán impunes? O ¿de verdad Rajoy no sabía nada?

En fin… A todo esto, nuestro currículo olímpico tendrá que seguirse limitando, al menos de momento, a Barcelona’92 porque el intento de organizar unos Juegos de Invierno en el Pirineo ha naufragado lastimosamente. Lo que los técnicos habían acordado descarriló al entrar en la vía política, en este caso porque el actual presidente aragonés, Javier Lambán, parece haberle encontrado gusto a la confrontación con Catalunya. La sombra del procés sigue siendo muy alargada. La del anticatalanismo, también. El otro día una andaluza socialista de toda la vida me confesó en la radio que había votado a Juanma Moreno porque no soporta que Sánchez haya pactado con quienes quieren destruir España. Por cierto, no sé qué radares tendrá desplegados el PSOE por un territorio en el que hasta ahora era imbatible, pero no creo que atribuir la rotunda victoria del PP en Andalucía al dinero enviado por el gobierno central durante la pandemia, como hizo Adriana Lastra, sea la mejor demostración de fair play ni la reflexión más lúcida. No han entendido nada. Hay barrios andaluces donde 7 u 8 de cada diez personas ni se han molestado en ir a votar. En Francia ha ganado las elecciones el Partido de la Abstención. ¿De verdad nos extraña?

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