Dotado de una memoria excepcional que le permitía tener a mano siempre, y utilizar, sus amplios conocimientos de Derecho Penal -adquiridos a través de estudios intensos y continuados de la materia-, Gabriel Garcías Planas ha dejado, a su fallecimiento, sin lugar a dudas, un auténtico hueco en la abogacía balear: Hueco y recuerdo de difícil superación, ya que no es nada fácil ni frecuente que se aúnen en una persona, como en él sucedía, un conocimiento profundo y preciso de la legalidad aplicable y una habilidad especial para el tratamiento y planteamiento de los «hechos» objeto de un enjuiciamiento judicial.

De él puedo decir, muy sinceramente, que mucho aprendí: No sólo a través de sus numerosas monografías y trabajos con los que actualizaba y ponía sobre el tapete la realidad cambiante del Derecho Penal vigente, sino también, en el ámbito del ejercicio profesional, por su savoir faire en el enfoque y tratamiento de los asuntos a él confiados; al igual que en su empeño en la defensa de las tesis que mantenía. (Recuerdo, ahora, como simple anécdota, un duro enfrentamiento dialéctico que él y yo mantuvimos, hace ya bastantes años, en sede judicial, en el que se discutía la «legítima defensa putativa» como causa de exención de la responsabilidad penal, cuestión que, al final, el Tribunal Supremo zanjó, tiempo después, dando la razón a la tesis mantenida contundentemente por Gabriel.

Soy testigo, además, por otro lado, de su prestigio internacional en el campo de su especialidad. Y, así, puedo afirmar, concretamente, el respeto y la consideración con que fueron acogidas sus intervenciones y observaciones en las «Jornadas» que, hace unos años, tuvieron lugar en Palma, en sucesivas sesiones, por encargo de Naciones Unidas, para la elaboración de unas «Reglas Mínimas del Proceso Penal», (normas que luego fueron aprobadas y publicadas bajo el título de «Reglas de Mallorca»). Pues bien, penalistas de la talla de los profesores Tiedemann, Struensce, Schöne, Peukert, Marinucci, Bacigalupo, Cobo del Rosal etc, presididos por el Presidente de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo español, Enrique Ruiz Vadillo, acogieron plenamente las diversas opiniones, sugerencias y precisiones de Gabriel Garcías, presentadas por él, por cierto, con la notable modestia que en él era habitual.

Por lo demás, en el ámbito de la Facultad de Derecho de nuestra UIB, -otra faceta que quiero resaltar- recuerdo el afecto y cariño con el que fue tratado, hace unos pocos años, en sesión académica celebrada a raíz de su jubilación como profesor titular de Derecho Penal de dicha UIB, sesión en la que él impartió su última «lección magistral». Numerosos alumnos, exalumnos, así como bastantes profesores de la propia facultad que, espontáneamente, se sumaron al acto, patentizaron al profesor Garcías su afecto y consideración, en tan especial circunstancia, con elocuentes y calurosos aplausos.

Por fin, quiero destacar que Gabriel Garcías ha dejado también notable huella en su paso por la presidencia de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de Baleares, cargo en el que desplegó una meritoria actividad que será recordada por los restantes académicos y por muchas personas vinculadas al mundo jurídico.

Finalmente, advierto que estas palabras -escritas «a vuelapluma», desde una cama de una clínica palmesana- pretenden ser solamente, como acto de justicia, un pequeño homenaje de afecto y admiración hacia el querido amigo y compañero, cuyo currículum y personalidad merecen -como es obvio- más amplio detalle y comentario. E.P.D.