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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

La política y el ridículo

Pla le entrevistó en 1960 durante 22 horas. El informe, incluido en las cartas intercambiadas con Jaume Vicens Vives, cuenta cómo esperaba encontrar a un personaje habitual de ERC con pasado de revolucionario sin escrúpulos. Se equivocó. Se topó con un hombre claro, coherente, cauto, astuto, inteligente, prudente y valiente. «Quelle est votre politique?» Le preguntó Antoine Pinay, ex primer ministro francés (1952-1953). «Éviter le ridicule, Monsieur le Président». Con el tiempo la respuesta se convirtió en célebre aforismo: «En política se puede hacer todo menos el ridículo». Hoy se acusaría de franquista a Tarradellas, un hombre de hechuras gaullistas, vasto como un continente, que pasó todo el franquismo en el exilio. Su juicio sobre la II República es devastador: «Del pasado no hay nada aprovechable; es un cementerio literal». Le califica de anti sentimental, anti efectista y anti demagogo, alguien que sólo aspira a no hacer el ridículo, «a no fer més bestieses, ni més atzagaiades sense fonament». Después vendría Zapatero con su ley de memoria histórica obviando, para vergüenza de los parlamentarios, que, como escribía Gómez Dávila, la verdad está en la historia, pero la historia no es la verdad. Hacer de ella una ley es enfrentar, dividir. Cuando una ley es fruto de la costumbre prevalece; cuando se quiere una ley que imponga una costumbre, asoma la tiranía.

Hila, tras reunirse con Armengol, Cladera y Garrido, y obedecer, contra su voluntad, según la crónica de Vallés, la orden de la primera de cesar a Vivas (dos días antes consideraba que con las disculpas de Vivas y Kristin Hansen quedaba zanjada la crisis), convocó el pacto de seguimiento y la rueda de prensa en la que anunció el cese de la concejala (la foto de portada de B. Ramon, impagable). Afirmó que su objetivo como alcalde era y es mantener la estabilidad de gobierno y los equilibrios entre los partidos del gobierno; que la ciudad está por encima de personas y gobiernos. Declaraciones contradictorias. Lo primero significa mantenerse como sea en el poder. Lo segundo, que la ciudad está por encima de los intereses de poder. No se ha dado cuenta que la imagen que ofrece la ciudad es la que ofrecen sus representantes. Una imagen deplorable, grotesca, ridícula, el hazmerreír de toda España. Le ha faltado sentido de la ciudad, liderazgo. Le faltó cuando Vivas pidió tirar la estatua de Junípero Serra juzgando el pasado con criterios del presente. Le faltó cuando quitó las placas de los almirantes Churruca, Gravina y Cervera. Le faltó cuando se quejó amargamente de los vecinos de Santa Catalina mientras negocios ocupaban ilegalmente suelo público. Le faltó aceptando las disculpas de la concejala y la empresaria alemana con terraza ilegal. ¿Dificultad de expresión? No, aleccionamiento a los indígenas pueblerinos, supremacismo alemán en la Mallorca colonizada. Le faltó después la autoridad unipersonal como alcalde de cesar inmediatamente a la activista LGTBI, evitando asimismo su jugarreta de autorizar el Pride Week Palma para perjudicar económicamente al ayuntamiento. Chiringuitos LGTBI en disputa con Ben Amics con dinero de nuestros bolsillos como telón de fondo. Le faltó, al reunirse con tanto político acojonado por las repercusiones electorales, el coraje para tomar las decisiones que sólo a él correspondían. En un primer momento pensé en el principio de Peter. Lo descarté. No es una cuestión del nivel de incompetencia al que se ha llegado, sino de un desorden moral de anteponer los intereses del poder (viven de ellos), a los intereses intangibles de la ciudad. Pero no todo es Hila. Podemos y Jarabo son responsables de los integrantes de sus listas. Armengol es la secretaria general del PSIB impulsora del Frankenstein en todo Balears. Y, duele decirlo, nos decepciona un poco más Aina Calvo proclamando el «comportamiento impecable» del alcalde; al nivel de Adriana Lastra explicando el triunfo de Moreno en Andalucía por los fondos transferidos por el Gobierno de Sánchez (fondos europeos).

Las consecuencias de la popularización de Freud y el psicoanálisis, cuestionados en alguna medida importante por la ciencia, entre la progresía mundial, han sido que cualquier ignorante, como Sonia Vivas (la ignorancia es atrevida), se atrevan a postular la agresividad de los varones cuyo pene sea de tamaño reducido. Reducidas tales convicciones (Vivas dice tenerlas muy sólidas) al ámbito de cháchara progre no tienen más peligro que el sofoco a otro ignorante o el mosqueo cuando les contradices y te dicen que te falta inteligencia emocional. Pero trasladarlas al mundo de la política y mantenerlas ahí, como han hecho Podemos, el PSOE y el alcalde, es otra muestra de la degradación de la clase política, repleta de gentes necesitadas de sueldos; que se revisten de extremismo político para disculpar su mediocridad intelectual o su bobería. Todo ha sido postureo político en el balcón de Cort. Los problemas municipales son el urbanismo, el abandono de la limpieza y la degradación de las pintadas, el ruido, la convivencia, el transporte, el coste de la vivienda, el coste del agua, los equipamientos, las infraestructuras, la contaminación del mar, etc. Que afectan por igual a heterosexuales, LGTBI, binarios y tutti quanti. El resultado es caer en lo ridículo, en lo grotesco y en ser objeto de mofa en la prensa nacional.

Se reviste la izquierda de superioridad moral frente a la derecha (somos los buenos frente a los liberales o las derechas que son los malos), cuando la historia lo desmiente. Históricamente esto significa en la Unión Soviética la justificación del asesinato de millones de personas y el Gulag. Los únicos criterios aceptables son el ejercicio de las libertades y el bienestar de los ciudadanos. Todo lo demás no significa otra cosa que la esperanza del extremismo progresista sólo es capaz de enraizar en los discursos. A toda crítica la izquierda responde siempre con «y tú más». La derecha española, un erial antiliberal, al menos hasta ahora, responde con la misma falta de vergüenza. El baile sobreactuado de la comunista Mónica Oltra, imputada por los indicios de ocultar y desmerecer los abusos a una menor, en la fiesta de Compromís en Valencia, es de una obscenidad repugnante. Al hartazgo del sectarismo y el mal gobierno generalizado de la izquierda se le une el hartazgo del autócrata narcisista Sánchez, que ha hundido a España. Están muertos.

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