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Matías Vallés

Limón & vinagre | Carlos Moyá (Entrenador de Rafel Nadal y ex "número 1" del mundo)

Matías Vallés

Limón & vinagre | Carlos Moyá: El Reanimator de Nadal

Carlos Moyá, entrenador de Rafel Nadal y mallorquín como él, en una imagen tomada en Palma. Moyá ganó un trofeo de Roland Garros y fue finalista en el Open de Australia. DM

Woody Allen decretó que «si la reencarnación existe, me gustaría regresar como las yemas de los dedos de Warren Beatty». Un Carlos Moyá soltero y cotizado respondía a la cita legendaria con un escanciado de su filosofía:

-Una frase muy currada, pero mi mano llena de callos no sería el sueño de nadie.

Pecaba de modestia. El primer tenista español que fue número uno del mundo encabezando la clasificación de la ATP, el ganador de Roland Garros y finalista del Open de Australia ante Peter Sampras, era un objeto de deseo sin distinción de sexos:

-Se ha exagerado lo que pasó en el abierto de Australia. Me apoyaron y tengo mucho respeto por los gays, aunque nunca he estado con ninguno.

A falta de decidir el formato de su segunda venida, el también mallorquín Carlos Moyá ha logrado la reencarnación de Rafel Nadal más allá de la treintena, la fecha de caducidad en que sustituyó al tío Toni Nadal. En su excelente libro La complejidad del Barça, el británico Simon Kuper confirma que la jubilación es un asunto tabú para los futbolistas de élite. En cambio, el mayor deportista de la historia de España no era un veinteañero y ya se le pronosticaba una carrera abreviada.

Para convertirse en el Reanimator de Nadal, su predecesor le inyectó un suero que resucita porque corrige la ansiedad, la bulimia de jugarlo todo para ganarlo todo. Moyá se inspiró sin saberlo en el visionario Cruyff, pero la filosofía ya la había sintetizado cuando era jugador y respondía a una pregunta ofensiva:

-¿Correr es de cobardes?

-No siempre. Salir corriendo a tiempo te salva de muchas cosas.

-¿También en la vida?

-Te estoy hablando de la vida.

Una ambición sabiamente administrada reanimó a un Nadal que llevaba un par de años en barbecho, y lo ha catapultado a 22 Grand Slams. Claro que ustedes exigen una prueba. Tomemos a uno de los comentaristas más perspicaces del tenis contemporáneo. Mats Wilander, el pasado lunes en L’Équipe. «Rafa se ha convertido en un jugador hipercompleto, confía más en sus variaciones que cuando tenía 22 o 23 años. Disfruto más de verle a él que a Roger o Novak».

Moyá sabe que «cuando aparece Rafa, paso a un segundo plano», pero el arrinconamiento conlleva el rol de precursor, de Carlos el Bautista que predicaba la buena nueva del Mesías. Que era el número cuatro del planeta cuando otro isleño insolente de 16 años le ganaba con descaro sobre la tierra de Hamburgo. Menos de treinta jugadores de todo el planeta han liderado la ATP, aquí se habla de dos de ellos. El más joven gozó del privilegio de tutear a su actual entrenador en una isla perdida del Mediterráneo.

Moyá se desmaquilla en Cuatro Televisión. Acaba de comentar en pantalla una derrota de Nadal contra James Blake en su odiada pista cubierta de la Copa de Maestros de Shanghái, otoño de 2006. El analista no se anda por las ramas, «le ha pasado por encima». Se necesita esta claridad para mantenerse en la cumbre. La inteligencia del ganador de un Roland Garros y entrenador del ganador de catorce Roland Garros consiste en apreciar el inigualable diferencial de ambición con su pupilo.

Si le preguntaban a un Moyá todavía en activo:

-¿Vivir es más importante que jugar?

-Sí, solo se vive una vez. Soy el tenista que menos ha sacrificado para estar donde estoy. No me he quemado porque no siento que me esté perdiendo nada.

Es superfluo plantearse qué respondería Nadal a la pregunta sobre si es más importante vivir o jugar. El mayor tenista de todos los tiempos cambió de mentor porque no quería un entrenador que hablara por él. La inevitable transición se aprecia en toda su crudeza en Rafa, Mi Historia, la mejor aproximación al mito firmada por John Carlin.

La resaca de Roland Garros confirma que Nadal eligió al segundo entrenador de su vida con acierto, y que Moyá atinó al aceptar la designación. No le molesta la posición subordinada porque «el jugador es la estrella, en todos los deportes», y siempre se asombra al evocar que «no sabes lo que es caminar por Londres con Rafa, no puedes dar un paso». Sin embargo, subsiste una ambivalencia que solo puede resolver el maestro de ambos, un tal Manolo Santana. Así se pronunció.

-¿Quién es el favorito de sus hijos?

-El que más se me parece es Carlos Moyá. Soy un gran admirador suyo. Me gusta cómo plantea y cómo juega los partidos. Compartimos la derecha decisiva. Ahora todo va a Nadal, pero Moyá es un prodigio.

Carlos Moyá, entrenador de Rafel Nadal y mallorquín como él, en una imagen tomada en Palma. Moyá ganó un trofeo de Roland Garros y fue finalista en el Open de Australia.

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