Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ramón Aguiló

ESCRITO SIN RED

Ramón Aguiló

Se extiende el pesimismo

La realidad es que desde 2007 no levantamos cabeza en cuanto a bienestar. A la crisis económica internacional se le sumaron las crisis políticas, territoriales e institucionales nacionales que aún arrastramos. A todas esas plagas se les sumaron la no menos virulenta de la pandemia de la Covid; y, cuando esta última empezaba a dar señales de agotamiento, el autócrata del Kremlin se embarcó en la invasión de Ucrania que ha inaugurado una nueva crisis de abastecimiento de materias primas y de cereales y fertilizantes que, por una parte, puede provocar hambrunas en África, y por la otra, recalienta la inflación en todo el mundo. Para remate, una epidemia de hepatitis infantil de origen desconocido, aunque se apunta a la Covid, y la de la viruela del mono como estrambote.

Ante tanta dificultad, parecía necesario dotarse de los mejores equipos para afrontarla. Pero en 2019, cuando la mochila de un sistema político en bancarrota pesaba toneladas, Sánchez se aferró desesperadamente al único clavo que le quedaba para sobrevivir, el que le aseguraba el insomnio permanente: la extrema izquierda de Podemos y los independentismos. En ésas estamos, saltando vallas políticas de todo orden: laborales, de armamento para Ucrania, de fondos europeos, inmigratorias, fronterizas, internacionales, lingüísticas, de espionaje, presupuestarias, institucionales. Con votaciones a cara de perro entre los socios gubernamentales salvadas en ocasiones por Vox, en otras por el PP y Ciudadanos. Nunca un Gobierno, ante tanta dificultad, había comparecido ante los ciudadanos con menos imagen de Gobierno. Mientras Italia, con Draghi, hace recordar, con un cierto bochorno, las ensoñaciones de sorpasso económico de Zapatero, España se presta a recibir la reunión de la OTAN en plena guerra en Ucrania con un Gobierno cortocircuitado por los escándalos de seguridad y espionaje y dividido por una parte de sus miembros, que no cejan en sus diatribas contra la Alianza Atlántica.

A todo eso, el partido del presidente, con unas perspectivas más bien negativas respecto a las elecciones andaluzas, ha lanzado una campaña vergonzante basada en una supuesta imagen de estadista europeo del inquilino de La Moncloa. Nunca antes había aparecido el PSOE tan falto de luces. Aunque puedan señalarse supuestos responsables, Óscar López, el director del gabinete de Sánchez, Félix Bolaños, el torpe urdidor de la estratagema contra el CNI para sofronizar al independentismo que ha dejado en pañales la seguridad del Estado y Adriana Lastra, haciendo oposición a la oposición, el auténtico es Sánchez, ese hombre al que todo un partido se entregó, por dos veces, en 2014 y 2017. No era Susana Díaz, después de los Eres de Chaves y Griñán el futuro de Andalucía, pero tras la implicación personal de Sánchez y la designación por dedazo de Espadas, el granero electoral del sur parece orientarse hacia el PP de Moreno Bonilla y Núñez Feijóo y, acaso, de Macarena Olona. No se sabe, a día de hoy, si tan resplandeciente liderazgo va a encabezar el proyecto electoral de 2023 o va a repetirse el paso al lado de Zapatero en 2011. El problema es que en 2011 estaba Rubalcaba. ¿Quién está ahora? ¿Robles? Está desahuciada y no pertenece al PSOE. ¿Marlaska? Tampoco. ¿Nadia Calviño? ¿Puede una ministra de economía que asegura la actualización de las pensiones a un IPC que se aproximará a finales del año al 7% ser una esperanza de futuro? ¿Pueden hacerlo una María Jesús Montero, o una Ribera tras los 20 céntimos de descuento en las gasolinas o el tope del gas a 50 euros el MWh que aún no ha aprobado la Comisión Europea? ¿Albares, el urdidor, del brazo de Sánchez, de la entrega unipersonal del Sáhara a Mohamed VI?

Si durante el mes de mayo la inflación se ha disparado al 8,7% empobreciendo aún más a los más pobres, la inflación subyacente, es decir, aquella que no contempla ni la energía ni los productos frescos, alcanza el 4,9%. Es cierto que la guerra de Ucrania ha agravado la inflación, pero ésta ya alcanzaba en febrero cotas desmesuradas. Con lo que no puede entenderse el empecinamiento del Gobierno en prometer la adecuación de las pensiones al IPC a final de año si no es con la exclusiva intención de presentarse ante las elecciones andaluzas con esta promesa. El Gobierno se desdecirá, en verano o en otoño, pero se desdecirá. La inflación es empobrecimiento. Aunque sea perfectamente razonable la aspiración de mantener el poder adquisitivo, esto ya no es congruente con la realidad. Ya no es así y no va a serlo a finales de año. No sólo va a afectar a los pensionistas. Por mucho que Unai Sordo y José Álvarez pretendan adecuar salarios al actual poder de compra, esto ya es imposible. La única alternativa pacífica es el pacto de rentas. Si no se acepta estamos condenados a un incendio laboral y/o entrar en una situación de cierre de empresas y despidos masivos. Adecuar pensiones y salarios a la inflación supone entrar en una espiral inflacionaria que lo arrasaría todo.

Sólo se pueden calificar las promesas del Gobierno como propaganda; que van a volverse en contra del mismo en la medida en que la realidad vaya desmintiéndolas una por una. Ése es el único camino por el que quiere transitar. Se sigue considerando a los ciudadanos como menores de edad y éste es un error muy grave en el que ha transitado una y otra vez Sánchez. Pero el hecho de que hasta ahora no le haya reportado más derrota significativa que la de mayo del pasado año en Madrid, no significa que a partir de ahora no se le puedan acumular. Primero las andaluzas, después las generales. Se está fracasando en la gestión de los fondos europeos. Se sigue ejecutando un presupuesto de gastos irreal en compromisos ideológicos perfectamente prescindibles. Y se continúa apretando fiscalmente a los ciudadanos sin tener en cuenta su empobrecimiento y sin deflactar los tramos del IRPF.

Miremos adonde miremos no vemos sino irritación, desolación y desesperanza. Ya no se trata de España, ni siquiera de Europa, es el mundo. La invasión de Ucrania parece confirmar a Tucídides cuando afirmaba que «la ley de la fuerza, que no se somete a ningún derecho supuestamente ideal, es el fundamento de la política y de la historia».

Compartir el artículo

stats