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Ana Bernal-Triviño

Casarte o morir

Aún tengo grabado el rostro de una niña afgana que, en un reportaje de la CNN, era vendida por sus padres en un matrimonio forzoso. Ella tenía 9 años. Él, 55. Al final del reportaje, ella intentaba resistirse. Pero fue entregada y, desde ahí, su vida fue anulada. Me pregunto qué será de ella. Pienso en sus deseos anulados, que ya habrá sido violada y que, en un par de años, ya traiga su primer hijo en plena adolescencia. O pienso, incluso, si no estará muerta.

Ahora hemos conocido que dos hermanas, residentes en Terrassa, han sido asesinadas por sus familiares en Pakistán porque se querían divorciar de sus primos. Sus vidas ya no fueron sus vidas desde que sus padres las casaron a la fuerza. Otros casos se conocen por el trabajo de la Guardia Civil o de los Mossos, o un profesorado que se pone en alerta ante ausencias injustificables. Cada año, algunas niñas en nuestro país viven angustiadas sabiendo que decir no a un matrimonio forzoso es un desafío, hasta ser asesinadas. Antes, algunas se suicidan, se autolesionan o enferman.

Escuchaba a unas mujeres paquistanís decir que «los crímenes de honor son machismo». Y está bien que se haga hincapié en esto, porque hay quienes lo silencian pensando en la multiculturalidad (he echado de menos estos días a parte de la izquierda) y otros lo usan para lanzar mensajes xenófobos. Sin recordar que, no hace tanto, en nuestro país había crímenes de honor. Mi abuela tenía 44 años cuando, en 1963, se eliminó el «privilegio de la venganza de sangre», el derecho del marido o padre de matar a su mujer o hija adúltera por honor. Y para otros que sostienen que el matrimonio forzoso es solo de países de «otras religiones» solo recuerdo que en Estados Unidos cada año se producen 13.000 matrimonios con niñas en estados donde es legal. No es casualidad que las víctimas en Pakistán o EE UU sean niñas. La realidad es que, con silencio cómplice, a día de hoy, en todo el mundo, centenares de niñas ya no estudian ni viven porque son obligadas a ser las «mujeres de». Y que el fondo del asunto se llama «machismo».

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