En su artículo Contra la ceguera social, el filósofo Hernando Arturo Estévez Cuervo muestra su preocupación por el creciente desinterés hacia el bienestar de las personas que nos rodean. Describe este fenómeno como una enfermedad de la mirada, no de los ojos, que se caracteriza por interpretar lo cotidiano a través de prejuicios sociales que invisibilizan a las personas a las que percibimos como menos valiosas que nosotras mismas. Cuando fallan los sentidos nos encontramos con la ceguera de la que habla el Premio Nobel José Saramago, del desajuste de la percepción y de la falta de empatía, que nos hacen más frágiles ante los vaivenes sociales y económicos.

La ceguera social nos expone a informaciones sesgadas, a comportamientos individualistas que tienden a segregar a las personas que presentan alguna problemática que no nos es común o que no compartimos, justificando de forma paternalista la limitación de sus derechos. Conviene tener presente que la ceguera social es un fenómeno dinámico. Pasar de ser ciego a ser invisible es relativamente fácil cuando cruzamos la línea entre la inclusión y la exclusión. No podemos obviar que las personas pueden ser excluidas por su raza, género, religión, clase social, nacionalidad, ideología política u orientación sexual, igual que no podemos eludir que nosotras mismas podemos llegar a ser invisibilizadas, y más con políticas reaccionarias como ha pasado en algunas comunidades autónomas.

Uno de los síntomas que caracterizan a las sociedades ciegas es la incapacidad de percibir en las personas menos afortunadas capacidades para la construcción social al mismo nivel que nosotros. Romper estas barreras, hacerlas permeables para llegar a ver y a ser visibles, es por lo que trabajamos desde el departamento de Inclusión Social del Instituto Mallorquín de Asuntos Sociales (IMAS): hacer patente todas las potencialidades, creativas y formativas de unos y de otros, ya que la mirada no solo es cómo les vemos sino cómo nos ven ellos también.

Las personas sin hogar ocupan una franja invisible, una zona ciega de nuestra sociedad, en la que no únicamente no las vemos, sino que ellas pueden no vernos a nosotros. Es tarea de las administraciones aspirar a ser referentes de la mirada amplia, y es por ello por lo que uno de los objetivos, si no el primero, es el de ofrecer una vivienda digna a estas personas, un campo base seguro al que regresar o en el que proyectar el futuro. Otro objetivo primordial es el del trabajo con el que transformar el presente.

En el Instituto Mallorquín de Asuntos Sociales (IMAS) tenemos muy claro que debemos conseguir la movilización de activos comunitarios, es decir, agentes que apuestan por la comunidad como empresas solidarias, asociaciones, recursos… Por eso nos apoyamos en la oportunidad que ofrece la innovación social, la evaluación y la evidencia científica. Hemos conseguido que 38 personas de la Red de Inclusión Social que antes estaban en situación de sinhogarismo estén participando en un proyecto piloto para el acompañamiento laboral y la búsqueda de empleo, un proyecto sustentado con Fondos Europeos Next Generation para la inclusión activa, que es posible gracias a empresas colaboradoras que confían en ver y ser vistas como oportunidades. Desde el departamento de Inclusión Social seguiremos con la tarea de prevenir y erradicar la ceguera social, convirtiéndonos en tutores de resiliencia, un punto de apoyo para recuperar fuerzas y continuar el camino con el que ir abriendo nuestro campo visual.