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Pilar Garcés

Limón & vinagre | Sofía de Grecia (Reina emérita de España)

Pilar Garcés

Limón & vinagre | Sofía de Grecia: La princesa que se tragó todos los sapos

La reina Sofía acudió el pasado viernes a la presentación del Diccionario Biográfico Español digital electrónico a bordo del buque-escuela Juan Sebastián de Elcano, en Miami. Giorgio Viera/Efe

Cuando Juan Carlos I llegó el viernes pasado al Club Náutico de Sanxenxo, dicen las crónicas que se sorprendió de la expectación. Habló el Campechano, que no el rey exiliado en un desierto lejano durante 654 días por las investigaciones de sus escándalos económicos: «No veía tantas cámaras desde el día de mi boda».

Si esto fuese una revista del corazón, o si la historia se escribiese todavía por encargo de sus protagonistas, podríamos descifrar aquí un mensaje de amor romántico para la mujer con la que se casó en Atenas hace exactamente 60 años, unas bodas de diamante cumplidas una semana antes, el 14 de mayo, y en absoluto celebradas como merecerían. Pero Sofía de Grecia, la novia que por motivos religiosos hubo de dar hasta tres veces el «sí, quiero» a su prometido, la que pegó un salto para recoger en el aire el anillo de compromiso que dentro de su cajita le lanzaba el simpático príncipe sin trono que pedía su mano, no se encontraba cerca estos días para decodificar recados. Ha pasado una semana en Miami, la capital de todas las disidencias, para perderse el indiscreto retorno de su marido a España.

Mientras ella conmemoraba el quinto centenario de la vuelta al mundo de Magallanes y Elcano con el Queen Sofía Institute, él se montaba en un jet privado (un potosí cuya factura se ignora quién pagará) para cruzar un continente y aterrizar en Vigo a lo grande.

Se repite a menudo que la Reina emérita (83 años) aparece como el miembro más valorado de la familia real en todas las encuestas. Su propio esposo la describió en alguna de sus biografías con el adjetivo de «gran profesional», siempre el desempeño por encima del cariño. Culta, políglota, vegetariana, melómana, amiga de las causas sociales y ambientales, jamás ha dejado traslucir el disgusto que a cualquiera causaría el hecho de ser dejada en evidencia de todas las maneras posibles con el relato de las relaciones extramatrimoniales del hombre que le juró fidelidad. Tampoco el dolor que debió representarle la abdicación de don Juan Carlos tras múltiples bochornos, que la mandó a segunda división para ser suplida por su odiada nuera.

Ha puesto por delante su papel institucional, y se ha tragado todos los sapos posibles a beneficio del trono que ocupa su hijo predilecto, erosionado en su reputación por las andanzas del crecido progenitor. Ella mejor que nadie sabe lo que es pertenecer a la dinastía reinante de una nación que se convirtió en república. Siempre al servicio de la corona. Hija de rey, esposa de rey, madre de rey. Y abuela de reina.

Cómo olvidar la escena que en la catedral de Palma enfrentó a doña Sofía con doña Letizia, que se interpuso fieramente en la foto que la emérita pretendía sacarse con la Princesa de Asturias después de la misa de Pascua. Por primera vez apareció como la frágil anciana arrinconada que se obstina en no ser. En la lucha de egos y poder que evidenció el público desaire entre la suegra y la hija política, el tiempo ha dado la razón a la actual Reina, que siempre ha ejercido un férreo control sobre la imagen de sus niñas, y que ha tenido la inteligencia de ver que la supervivencia de la monarquía depende del divorcio absoluto de la familia real del resto de los allegados borbones.

Un concepto, el de divorcio, que no solía entrar en los esquemas de la emérita, quien con pesar ha vivido el de su hija mayor Elena y ahora el de la menor, Cristina, que no ha querido pasar por alto el adulterio pregonado a los cuatro vientos por su marido Iñaki Urdangarin, exconvicto por delitos de corrupción. Más sapos para doña Sofía, una mujer de moral conservadora, que en su biografía escrita por Pilar Urbano se permitía pontificar sobre lo que consideraba un matrimonio y lo que no, rechazando explícitamente las uniones homosexuales.

Ha hecho fortuna el chiste que, parafraseando a la presidenta de Madrid Isabel Díaz Ayuso, señalaba que, visto lo visto ayer, no es tan difícil colisionar con tu ex en Madrid. El estrafalario encuentro entre Felipe VI y su padre tras el fin de semana ‘resacón en Sanxenxo’ incluye a la emérita, que vuelve a estar donde el deber la llama.

Era importante que don Juan Carlos no pernoctara en La Zarzuela porque tiene una causa pendiente en Reino Unido por acoso a su examante Corinna Larsen (se dilucida ahora si el anciano monarca forma o no parte de la casa real), y para blindar el lugar que es sede de la jefatura del Estado, pero no por deferencia a doña Sofía, que tiene allí su residencia.

Se suma a la última foto del conflictivo álbum familiar, volviendo a perdonar lo imperdonable. Explicaciones, ¿para qué?

La reina Sofía acudió el pasado viernes a la presentación del Diccionario Biográfico Español digital electrónico a bordo del buque-escuela Juan Sebastián de Elcano, en Miami.

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