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Antonio Papell

Yolanda Díaz salta a escena

La segunda vicepresidenta y ministra de Trabajo del Gobierno, Yolanda Díaz, ha lanzado el nombre de la asociación que pretende crear a través de la integración de todas las formaciones dispersas que hoy pululan por el mapa político español a la izquierda del PSOE, en el lugar ocupado por Izquierda Unida y, posteriormente, también por Podemos, una vez que, muy tempranamente, la joven formación que nació en 2014 de la mano de Pablo Iglesias y sus amigos abandonó la transversalidad.

El anuncio se ha producido poco después de que Díaz criticara con dureza el proceso de organización de la izquierda en Andalucía, que ha sido catastrófico. Como es conocido, el forcejeo por el liderazgo fue tan intenso que «Por Andalucía», que debía agrupar a Izquierda Unida, Más País, Equo, Iniciativa del Pueblo Andaluz, Podemos y Alianza Verde no podrá incluir oficialmente a estas dos últimas organizaciones porque su inscripción no llegó a tiempo a la Junta Electoral. Según informó la propia Junta en un comunicado al día siguiente del acuerdo político, la solicitud llegó fuera de plazo. La razón del retraso fue la inflamada pugna entre Juan Antonio Delgado (Podemos) e Inmaculada Nieto (IU) y por ponerse al frente de la coalición. Pugna que ganó finalmente Nieto. En principio, no habrá problema en que candidatos de los partidos oficialmente excluidos de la coalición figuren en la misma, pero las dificultades surgirán a la hora de repartir las subvenciones gubernamentales por los escaños obtenidos (Podemos fue en las anteriores elecciones de la mano de Adelante Andalucía y de los Anticapitalistas).

Con anterioridad, Adelante Andalucía, la formación andalucista liderada por Teresa Rodríguez, ya se había quedado al margen de la coalición, y concurrirá en solitario a las elecciones. Preguntada Rodríguez por este cronista por las razones de semejante apartamiento, vino a decir que Andalucía necesita de un partido de izquierdas que defienda específicamente los intereses de Andalucía, como son ERC o Compromís en sus respectivas comunidades. No es momento de rebatir esta muy rebatible y sorprendente posición.

El espectáculo ofrecido por estas formaciones fue, en sí mismo, denigrante, y así lo manifestó en Madrid Pablo Iglesias, en lo que pretendió ser una andanada contra su anterior compañera de consejo de ministros Yolanda Díaz. Pero esta compartió la tesis de Iglesias, declaró que estas cosas divorcian a la sociedad de la ciudadanía y desligó este chapucero acuerdo del ‘proceso de escucha’ que mantiene con vistas a crear una plataforma electoral, esa que según acabamos de saber se llamará «Sumar».

La cuestión no es banal en absoluto porque estamos en pleno proceso de formación de nuevo equilibrio político español, ya que es muy poco probable que el pluripartidismo actual retroceda al estadio del bipartidismo imperfecto de antaño. En Francia, a falta de que concluyan las legislativas, todo indica que el viejo modelo republicano se ha convertido en un sistema a tres dominado por un centro amplio escasamente ideológico y acuñado a la imagen y semejante del fundador, Macron, y en el que jugarán su papel una izquierda dura encabezada por Mélenchon y una derecha extrema capitaneada por el apellido Le Pen. De momento, gobierna el centro, es decir, el espacio ubicado entre ambos radicalismos, pero nadie sabe lo que ocurrirá si falta el catalizador que aglutina a ese centro, el detestado y admirado Macron.

En España, el modelo es más simétrico porque aquí mantenemos todavía mayor carga ideológica de fondo (aún se habla de cadáveres en las cunetas) y porque la propia inercia nos ha traído a la estructura actual. Pero el equilibrio político parece estabilizado después del fiasco de Ciudadanos, en trance de desaparecer: la derecha y la extrema derecha se disputarán su hemisferio (a estas alturas, es improbable que lleguen a una fusión), y el PSOE, que no controla el espacio a babor de la izquierda moderada, tendrá que contar con los representantes de este espacio para aspirar a gobernar. Cabía la opción de establecer un cordón sanitario que aislase, como en Francia, a la extrema derecha, pero el PP, que todavía digiere la herencia de la dictadura, no está dispuesto a ello. En definitiva, «Sumar» habría de ser la cuarta e indispensable pata del tablero español.

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